Patricia Highsmith: turbia y fotogénica

flashback

Lo oscuro que anida en el ser humano siempre resulta fotogénico. Que se lo pregunten a Patricia Highsmith, cuyas turbias historias llevan más de medio siglo inspirando a cineastas de todo el mundo.

Alfred Hitchcock la lanzó a la fama cuando, en 1960, adaptó su primera novela, Extraños en un tren (Anagrama). Con el dinero del cine se marchó a Europa, y allí concibió uno de los personajes más odiosos y entrañables de la literatura: Tom Ripley. Pero en el ínterin, Patricia tuvo que trabajar como dependienta para pagarse el alquiler. De su experiencia en una tienda de juguetes surgió Carol (Anagrama), novela lésbica de culto publicada entonces con pseudónimo. En 1989 pudo por fin publicarla bajo su verdadero nombre, y en 2015 podremos disfrutar de su primera adaptación cinematográfica. Dirige la cinta Todd Haynes, quien ya ha demostrado su gusto para recrear la década de los 50. Cate Blanchett y Rooney Mara formarán la improbable pareja.

Pero volvamos a Ripley. De las cinco novelas que la texana pergeñó sobre el inmoral impostor, tres han sido llevadas a la pantalla. De El talento de Mr. Ripley (Anagrama) aún se recuerda A pleno sol (René Clement, 1960), con un sexy Alain Delon encarnando a Tom Ripley.  Algo más decepcionante resulta el segundo intento, El talento de Mr. Ripley (Anthony Minghella, 1999); Matt Damon no es del todo creíble como urdidor de planes oscuros. La segunda novela de la saga Ripley, La máscara de Ripley (Anagrama) sólo ha merecido una adaptación hasta la fecha, y no demasiado notable: Mr. Ripley, el regreso (Roger Spottiswoode, 2005). La tercera, El juego de Ripley (Anagrama), sin embargo, ha dejado dos memorables obras cinematográficas. En El Amigo Americano (Win Wenders, 1977) Dennis Hopper da una vuelta de tuerca al querido/odiado Ripley. Y John Malkovich hace lo propio en El juego de Ripley, película ítalo-estadounidense dirigida por Liliana Cavani en 2002.

Hay vida más allá de Ripley, no obstante. En 2014 no ha pasado desapercibida Las dos caras de enero (Hossein Amini), adaptada, con más estilo que tensión, de la novela homónima que Highsmith publicara en 1964 y que Anagrama acaba de reeditar.

Si tenemos que elegir, nos quedamos con las adaptaciones de Highsmith hechas en Europa, su hogar de adopción. Aparte de las ya mencionadas, recordemos aquí La celda de cristal (Quinteto) con adaptación alemana a cargo de Hans W. Geissendörfer (1978), que nos cuenta la historia de un ingeniero falsamente acusado de hacer que una escuela se derrumbe con todos los niños dentro.  No menos memorable es la adaptación que Claude Chabrol realizara en 1989 de El grito de la lechuza (Quinteto), en el que a un matrimonio en crisis se le suman una serie de asesinatos.

Porque, removiendo las situaciones más cotidianas, Patricia Highsmith siempre sacaba a la superficie un turbio trasfondo. Por eso gusta tanto.

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