Nos situamos a casi mil metros de altura, en las inmediaciones de uno de los rincones más sugestivos de todo el Pirineo. En la cabecera del valle de Orreaga y abrigada por los bosques de los fríos vientos del norte que atraviesan la cordillera, nos recibe la colegiata de Roncesvalles. El paso del hombre y el devenir de la historia han ido cincelando su huella indeleble sobre los muros de este magnífico conjunto histórico-monumental que comenzó a cuajarse en la primera mitad del siglo XII, y que, a pesar de las vicisitudes por las que ha pasado a lo largo de los tiempos, ha conseguido perdurar hasta nuestros días.
Pero la biografía de estas tierras de paso empezó a escribirse miles de años atrás, cuando los primeros pastores del Pirineo comenzaron a subir sus ganados para que medraran durante el verano aprovechando los nutritivos pastos de altura. Así arrancaba una historia de humanos y de montañas, de civilizaciones que encontraron en estas imponentes lomadas el lugar idóneo para vencer a la infranqueable cordillera. (Irakurri +)