“Melocotones de viña” Lola López de Lacalle – adelanto

PAULINA
Octubre de 1954

Desde la mañana temprano, unos pinchazos vagos, espaciados, le atravesaban fugaces los riñones. Pero solo cuando el zumbido de las moscas, que volaban en círculos sobre los hinchados racimos, comenzó a irritarle, y su cuerpo aguijoneado por el dolor a retorcerse, cayó en la cuenta de que estaba a punto de parir.

Doblada sobre sí misma, intentando mitigar el latigazo que amenazaba con partirla en dos, Paulina miraba las vides tan preñadas como ella y se enfadaba con aquella criatura terca como una mula, empeñada en llegar al mundo antes de que hubieran terminado de vendimiar.

–¿Viene ya, madre?
Era Sofía, la segunda de sus hijas, quien lo preguntaba.
–Creo que sí. Me voy a casa, no sea que le dé por nacer aquí. Quedaos tu hermano y tú, que aún hay mucha faena.
Cuando hayáis llenado los cunachos, los cargáis en el burro y subís. Si todo va bien, mañana bajaré a ayudaros.
–¿Se va sola? –Ahora era Francisco, el mayor de sus hijos varones, quien intentaba retenerla–. No se mueva, madre, que corro a buscar a don Eutimio.
–Déjalo, hijo, que igual no lo encuentras. Además, el médico está para otras cosas. No os preocupéis, algún carro me recogerá por el camino.

El sol del mediodía abrasaba. Mientras subía la cuesta, Paulina rogaba a Dios que le permitiera parir en casa y no en la cuneta, como si fuera un animal. Aquel era su último hijo. (Irakurri +)