Miguel Sánchez-Ostiz: “Hay gente a la que sus empujones no pueden salirles gratis”
VIVIR DE BUENA GANA es el último libro de Miguel Sánchez-Ostiz, un dietario correspondiente a los años 2008 y 2009, que nos guía a través de territorios cercanos como Pamplona, Baztan, Bilbao… o más lejanos, como la compleja Bolivia.
CORNEJAS DE BUCAREST es un territorio anterior: su última novela, publicada en 2009. Comencemos por la ficción.
¿Por qué Bucarest?
Pues porque desde el primer viaje, en 2005, me resultó una ciudad que, a poco que la conozcas, apasiona, por la mezcla de vitalidad y decadencia que adviertes en sus calles, por el peso de su historia que gravita sobre su entramado… y porque gracias en parte al Centro de las Letras Españolas, donde la arbitrariedad y el amiguismo son la norma de la casa, me quedé con las ganas de poder dar el curso de literatura al que me invitó la Universidad de Bucarest y que acaba dando el narrador de la novela…
Sus novelas son críticas, con un cariz iconoclasta en ocasiones. Tiene fama de dar caña a todo y a todos. En esta tampoco falta este aspecto. Chaqueteros, adictos al pesebre, vividores… ¿son pícaros o cornejas?, porque no es lo mismo… ¿O sí?
Vaya, menuda fama… hubiese preferido tener mala reputación, como Brassens. Al menos habría ganado pasta con ello. En Cornejas en Bucarest hay de todo, hay pícaros, pero siniestros, porque los otros, los de papel, me son simpáticos, y hay pájaros de mal agüero, y farsantes de la política y la cultura, eternos sermoneadores siempre atentos a su propio beneficio.
Dicen, al menos en Pamplona, que hay gente que se busca en los protagonistas de sus libros. Cuando crea un personaje, principal o secundario, ¿le gusta provocar ese efecto?
En esta novela la gente que me inspira los retratos, apenas tiene referencias reales. Lo malo es que si se me ocurriera escribir Caperucita Roja, ya estarían en Pamplona encontrándole doble sentido al bosque, al lobo y hasta a la cestita de Caperucita… “¡La abuelita va por fulano!” Y fulano mosqueado de por vida. Y no es así o no del todo. Hay gente a la que sus empujones no pueden salirles gratis. Eso es todo.
La acción principal se desarrolla en Rumanía, pero hay referencias constantes al pasado del protagonista en lo que llama “la ciudad”, o Madrid, Valladolid… incluso El Aaiún. Al final no hay moraleja ni premio para él: ¿realidad o ficción?
Es una novela de fiction, de faction y de fusion, metaliteraria e intertextual, o eso, muy moderna por tanto, con la que esperaba dar el pelotazo posmoderno y subir a los altares… pero… siempre hay un pero. Fuera de bromas, juego con una mezcla de realidad y fantasía, con el qué habría sucedido si en lugar de lo vivido realmente, hubiese ocurrido lo imaginado.
Puede haber vivido algunos de los episodios de la novela tal y como los he relatado. Fue una cuestión de suerte. Buena y mala.
Vivir de buena gana es una expresión optimista, tiene energía, está llena de intención, de deseo, de ganas. ¿Se corresponde con el tono de las vivencias y reflexiones que vamos a encontrar en el libro?
Eso espero, ese ha sido mi tono vital más que mi intención en estos últimos años (creo)… aunque vete a saber, siempre hay un cazador de “capercitas pamplonesas” para el que, escriba lo que escriba, primará la leyenda, negra por supuesto. No me hago ilusiones.
El paso del tiempo parece agobiarle. ¿Tiene prisa?
Sí, mucha. Tengo más proyectos de los que razonablemente puedo llevar a término.
Sus escritos hacen reflexionar. ¿Es su aportación?
Eso es un halago para cualquiera. Dejémoslo en que siempre es grato contagiar las propias perplejidades.
En su libro confiesa que le interesan las personas, los individuos. Sin embargo, desconfía de la gente, del grupo, de la tribu.
Eso es algo complejo. No desconfío de la gente, sino de los razonamientos arracimados, de las leyes de la tribu y de la pérdida de la independencia personal que se puede padecer si nos sometemos de manera acrítica al grupo.
Usted ha dicho que el cambio que se está dando en Bolivia es una revolución desde las urnas. ¿Sigue siendo optimista?
Pues no mucho, temo que esa historia esté condenada a terminar mal. Morales está perdiendo el apoyo de sectores populares y progresistas, y eso va a debilitar su proyecto, lo está debilitando. No todas las voces críticas al MAS provienen de los sectores de la derecha de los terratenientes.
Hay un tema que parece preocuparle mucho: la justicia comunitaria y sus consecuencias.
Es la justicia a secas lo que me preocupa, allí y aquí. Los linchamientos me parecen repugnantes, tengan el nombre que tengan.
Habiendo conocido personajes tan sugerentes, como el cura oblato de Llallagua, en el norte de Potosí, y tantos otros que menciona en su dietario, ¿no le tienta escribir ficción inspirada en sus paseos bolivianos?
Bueno, Gregorio Iriarte, que es de Olazagutía, es capítulo aparte. Es una de las personas más grandes que he conocido en mi vida.
Y lo de la novela, sí, me tienta, pero no me ha salido, ahí se ha quedado el proyecto, inacabado.
¿Guarda aun el billete de diez bolivianos que encontró en la plaza de Pocoata?
Claro, doblado, como lo encontré.
Si tuviera que recomendarnos un solo libro de viajes…
El leopardo de las nieves, de Peter Matthiesen.