Mariano Ferrer: “Uno puede ser todo lo militante que quiera en la opinión, siempre que sea honesto con los hechos”

A mediados de octubre llega a las librerías “Lo que dije, y digo” una recopilación de más de un centenar de artículos de opinión publicados por Mariano Ferrer en diferentes medios de comunicación a lo largo de veinte años, desde 1991 hasta 2010.
La selección –llevada a cabo por el periodista Imanol Murua, quien ha buceado en una prolífica carrera que supera el millar de artículos-, permite hacerse con una certera e interesante radiografía sobre dos décadas de historia principalmente política, pero también social, cultural y económica de este país.
El libro recoge, además, una extensa entrevista que le hace Imanol Murua a Mariano Ferrer, y en la que el periodista analiza interesantes aspectos de la profesión y la práctica del periodismo. Publicamos a continuación un extracto de dicha entrevista como anticipo del libro.

En sus casi 40 años de periodismo ¿en qué medida se ha sentido parte del Cuarto Poder? ¿Ha percibido que ha influido en la clase política o en la opinión pública?
Si entendemos el Cuarto Poder, como estructura o lobby, como factor condicionante colectivo, no. Nunca he sido parte de ninguna casta periodística, he ido a mi aire. Y tampoco he tenido la capacidad personal, o el apoyo de un medio con la importancia suficiente para que la gente con poder se sintiera realmente interpelada por lo que yo decía o escribía. He podido inquietar en determinados momentos a algunos, pero no he tenido constancia de que el poder político o económico me tomara demasiado en serio.

¿Y la gente de la calle?
Sería falsa humildad pretender que no he tenido ninguna influencia cuando todavía hay personas que me dicen que me han oído desde niño, veinte o treinta años. Son muchos años escuchando a una persona todas las mañanas como para no influir en su manera de ver las cosas, de afrontar la vida, de analizar la realidad y de tomar posición. Pero es una influencia a modo de ósmosis, casi inconsciente, espero que para bien.

¿Está satisfecho con el grado de independencia que ha podido mantener en su labor periodística?
Todos dependemos de muchas cosas: de la empresa, de los medios de que dispones, de las circunstancias, de las oportunidades, de la imagen que quieres tener, de tus relaciones personales. Lo que cuenta es tener claro que estás ahí para contar lo que crees que es verdad, hasta donde eres capaz de conocerla. Así entiendo la independencia. Pienso que ser un tanto descreído respecto de credos y versiones oficiales me ha ayudado a no casarme con nadie. Aunque siempre has de tener en cuenta que lo que tú hagas o digas repercute en otros, que un medio es un trabajo colectivo y que la independencia no es algo tan individual como puede creer la gente. Dicho esto, creo que también me ha ayudado la falta de oposición.

¿Qué quiere decir?
Pues que desde el principio marqué mi territorio para hacer el periodismo a mi aire. Hay que comprender que en la dictadura ser diferente era la única manera de mantener la dignidad. Y luego, ya en la democracia, pues no sé, me tomaron como era y no he tenido que hacer ningún esfuerzo extraordinario por mantener mi independencia. En la radio tuve toda la libertad. En El Mundo, en lo mío, también, como luego en Noticias. Yo he podido decir lo que quería. ¿Me he mordido la lengua? Si. Pero lo he hecho yo. Nadie ha querido comprarme nunca. ¿Que en ocasiones tienes en cuenta cosas antes de abrir la boca? Por supuesto. Ahora bien, una trampa para la independencia del periodista son las relaciones que establece con la gente de la que habla o escribe.

¿En qué sentido?
Nunca he compartido el afán de algunos, sobre todo jóvenes, de comer con éste, desayunar con aquel… Mi experiencia es que ese tipo de relaciones pueden implicar más compromiso que beneficio para el periodista, que al final acaba diciendo lo que quiere el político, mordiéndose la lengua en lo que no quiere el político que diga. Sí, puedes llegar a saber determinadas interioridades de las que puedes presumir pero que no resultan muy útiles. Evidentemente, esa relación puede facilitar la comprensión de los temas, evitarte errores… pero también te condiciona. Tal vez para otros no, pero para mí guardar distancias ha sido una protección necesaria.

¿Cree que la actitud militante del periodista, en su labor profesional, a favor de determinadas opciones ideológicas o causas puede estar enfrentada con la militancia por la veracidad de la información?
Es un asunto que se las trae. Primero, porque, afortunadamente, hay causas que te interpelan como persona. La misión informativa del periodista es peliaguda cuando cree que su información puede favorecer la causa de “los malos” o perjudicar la de “los buenos”. Pero no más que la del abogado que defiende a quien cree culpable. No tengo nada contra el periodista militante de la democracia, la cuestión es saber qué implica eso, hasta dónde renuncias a tu profesión para militar, por ejemplo, contra ETA. Yo lo tengo bastante claro: Uno puede ser todo lo militante que quiera en la opinión, siempre que sea honesto con los hechos, pero a la hora de informar ni puede decir cosas que no son verdad, ni puede contar la realidad de manera que parezca lo que no es, ni puede traicionar la verdad que conoce ocultándola, o despreocuparse de ella dejando de buscarla. ¡No puede!

 

IMANOL MURUA,
autor de la entrevista y coordinador de el libro “Lo que dije, y digo”.

Partekatu albiste hau: Facebook Twitter Pinterest Google Plus StumbleUpon Reddit RSS Email

Erlazionatutako Albisteak

Utzi zure Iruzkina