Entrevista a Inma Roiz sobre su novela “Manuela”

Inma RoizManuelaA mediados del siglo XVIII tres jóvenes vizcaínos, Domingo Narciso de Allende, José Ignacio Aldama y Bernardo Abasolo, se instalaron para siempre en la tierra de Guanajuato, en la Nueva España, donde sus hijos acabarían luchando como insurgentes por la independencia de México. Manuela, en cambio, es la hermana que se queda en Gordejuela, la hija que luchará por mantener el nombre, la tradición y la casa a la que pertenece. La novela cuenta una historia en gran medida verdadera, que engancha desde el principio, con un lenguaje literario rico, muy cuidado.

¿Quién es Manuela?
Manuela es la mejor representación de un siglo tan transformador y convulso como lo fue el XVIII. Refleja con detalle nuestra sociedad en aquella época, ella representa la tierra, la fuerza del nombre, las costumbres y las tradiciones; pero también es flexible e innovadora, es independiente y firme, es la primera mujer con aparcerías en propiedad de Gordexola, y probablemente de todo Enkarterri y Ayala.

La novela cuenta, a través del desarrollo vital de Manuela, desde que es una niña hasta su edad adulta, la historia de las familias que pueblan estos valles. Ella es el hilo conductor de una trama que habla de rencillas, pasiones, pleitos y herencias que determinan el futuro de sus pobladores. Y también es la hermana querida de Domingo Narciso, el joven Allende emigrado a la Nueva España. La vida de ambos, radicalmente distinta, discurre paralela y entrelazada en estas páginas.

Muchos de los personajes de Manuela existieron. Sin embargo, la trama literaria en su mayor parte es pura ficción.
Los datos biográficos son importantes en cuanto a que te sitúan en un tiempo y lugar, pero la ambientación, la trama y la psicología de los personajes es un trabajo de construcción constante. Algunos van cobrando vida según los vas descubriendo y utilizando en benefi cio del argumento; otros son buscados e imaginados, como los bandoleros y contrabandistas, o maestros canteros que me ayudan a construir la Iglesia de Okondo. Me ayudó mucho conocer estos valles desde siempre, saber qué signifi ca pertenecer y ser parte de este entorno, de este paisaje, para construir su mundo.

¿Qué documentación has manejado?
Los Archivos Históricos, la documentación testamentaria, los pleitos, los libros de bautismo y defunción han sido primordiales, y en ellos el trabajo de investigación realizado por la antropóloga Charo Lanzagorta ha tenido unos frutos inmejorables. He bebido de innumerables lecturas, libros de historia, investigación sobre bandoleros, barcos,…; y fundamentalmente un viaje a San  Miguel de Allende donde me encontré con la tierra de mis personajes mexicanos, sus espacios, sus casas y hasta sus partidas de matrimonio, defunción…

Un universo tan masculino y, sin embargo, la protagonista principal es una mujer, Manuela. ¿Por qué?
Manuela niña va descubriendo el mundo más cercano, el que tiene más a mano, el femenino, siempre con la mirada puesta en el otro lado del océano, donde su hermano va forjando una vida paralela a la de ella pero totalmente distinta. La relación entre ambos es una de las cosas que más me gusta, y eso nace en el primer capítulo de la novela. A partir de ahí la historia biográfica de su vida es muy rica en cuanto a sucesos y tramas. Si a eso le sumas la posibilidad de que Manuela adulta no fuera una mujer al uso, sino alguien con autonomía y decisión que en cuestiones fundamentales trataba de igualarse a un hombre, el personaje es ideal. 

Junto a los protagonistas de carne y hueso, dos escenarios igual de importantes: México y Bizkaia. ¿Qué supuso la Nueva España en la Bizkaia del siglo XVIII?
La Nueva España era la oportunidad para los hijos que no heredaban. El arraigado sistema de patrimonio indiviso de nuestros caseríos obligaba al resto de los hijos varones a optar por la Iglesia, el ejército o las Américas. Fueron muchos, muchísimos los jóvenes que emigraron, y lo hacían siguiendo una red de relaciones muy bien establecidas.
En Guanajuato, en concreto en San Miguel, se asentaron la mayoría de los que salieron de Okondo y Gordexola aquel siglo. Esto suponía, además de una salida de vida para alguno de los hijos, remesas de dinero para los caseríos, cada vez menos fuertes, más vulnerables y diezmados.

En la novela, tan importante como lo que se narra es el lenguaje literario, rico, muy cuidado, y el ritmo pausado, que zambulle al lector en aquella forma de vida. ¿Es premeditado, consciente?
En mi caso diría que hasta que no encontré el tono, la voz con la que contar esta historia, no empecé a escribir realmente la novela. Necesitas dar con un lenguaje, un ritmo que sea fiel a la historia que tienes en la cabeza, a los personajes. En ese sentido, sí, es premeditado y consciente. Luego, al tratarse de una novela histórica, la forma de decir, los términos, pueden resultar muy chirriantes si no respetan el contexto y el tiempo en el que transcurre la trama. Eso te obliga a estar muy alerta.

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