Isabel Allende: “Estoy en una etapa de la vida en que la vejez pasa a ser un tema importante”
La conocida autora peruana recupera el lenguaje directo y fresco de sus obras más emblemáticas en su último trabajo, El amante japonés. Una novela en la que trata temas tan universales como la vida, la juventud, la vejez y la muerte, a través de personajes y escenarios de lo más diversos.
Tras no defraudar a sus lectores con la novela negra El juego de Ripper, nos vuelve a sorprender con El amante japonés, una novela más imbricada en su trayectoria anterior.¿De dónde surgió su inspiración para esta novela?
La idea de escribir una historia de amor entre viejos me había rondado por un buen tiempo, pero se concretó cuando una amiga me contó la larga amistad de su madre con su jardinero japonés. Eso bastó para encender esa llama tenue de la primera inspiración, que después, con el trabajo y la investigación, se convierte en una antorcha.
Entre todas las novelas que ha escrito, ¿qué lugar ocupa El amante japonés?
Esta es una novela de amor; el amor de una pareja de ochenta años y otra de treinta, en época y circunstancias muy diferentes. Creo que en casi todas mis novelas hay amor, pero nunca me había propuesto el amor como tema principal, excepto en De Amor y de Sombra, mi segundo libro, escrito hace casi treinta años.
Sabemos que suele comenzar a escribir sus novelas los días 8 de enero, ¿empezó a escribir esta novela ese mismo día o incumplió su costumbre?
Sí. Esa fecha es mágica para mí, por superstición, hábito y disciplina.
De todos los personajes del libro, ¿cuál es el que recuerda con más cariño?
Hay varios personajes a los que les tengo cariño, pero mi preferida es Irina. Esa chica, que tiene un pasado horroroso, mantiene su frescura y su inocencia. ¿Cómo no voy a tenerle simpatía?
Dedica este libro a sus padres, ya ancianos. ¿Verlos mayores le influyó a la hora de describir algunos personajes de la novela?
Estoy en una etapa de la vida en la que la vejez pasa a ser un tema importante; la mayor parte de mis amistades y yo estamos en la década de los sesenta o setenta. Una de mis mejores amigas tiene ochenta y dos, como Alma Belasco en la novela. Soy consciente de los problemas de vivir largo. También me ha influido la situación mis padres, que ya tienen 99 y 95 años respectivamente. Son muy privilegiados, viven en su apartamento, cuidados por Berta, una mujer que ha vivido con ellos por treinta y cinco años, y por tres personas más; son completamente dependientes, pero no les falta nada. Desgracidamente no es el caso de la inmensa mayoría de los ancianos, que se encuentran en la etapa más vulnerable de la vida sin recursos económicos, sin ayuda y solos.
¿Qué similitudes guarda con el personaje de Alma Velasco?
Ninguna. Alma no podría ser más distinta a mí, tanto en lo físico como en lo emocional. Otra cosa que nos diferencia es que ella nunca tuvo que trabajar ni ocuparse de su casa o de su familia.
¿Le resultó difícil documentarse sobre los campos de concentración para japoneses creados en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial? ¿De dónde tomó la idea de incluir este tema tan poco conocido?
La idea incluir los campos de concentración se dio naturalmente al tomar en cuenta la época y el lugar donde transcurre la vida de Ichimei Fukuda. Al ser japonés, me resultó inevitable que pasara varios años en un campo. La investigación fue relativamente fácil, porque los descendientes de los japoneses que fueron internados se han encargado de rescatar del olvido esta trágica historia. Aunque la mayor parte de la gente en los Estados Unidos nunca ha oído hablar de lo que ocurrió a los japoneses-americanos durante la guerra, la documentación al respecto está al alcance de cualquiera que desee investigar.
¿Qué relación guarda con el pueblo japonés? ¿Tiene amigos nikkei en California? ¿Visita habitualmente Japón?
Desafortunadamente no tengo relación con el Japón, nunca he estado allí, pero me fascina su historia, su cultura y su estética. Mi gran amigo japonés es el Dr. Miki Shima, que vendría a ser Issei, porque es primera generación de inmigrante en los Estados Unidos. Este hombre maravilloso cuidó a mi hija Paula en el año de su agonía y nuestra amistad ha perdurado desde entonces.
¿Podría compartir con nosotros alguna anécdota que le sucediera durante la escritura de esta novela?
Para crear la casa de reposo donde vive Alma Belasco fui a un lugar similar que existe en el área de la bahía de San Francisco. Probé cómo es vivir en uno de los pequeños apartamentos, convivir entre ancianos, incluso salir con ellos a protestar en la calle, como describí en el libro. Me sirvió de ensayo general para el futuro, ya que es muy posible que dentro de unos años me toque vivir en un hogar como ese. Mi sueño, como el de todo el mundo, supongo, es vivir independiente hasta mi último día y morir en mi cama en pleno estado de lucidez, pero la realidad es que esa suerte se da muy rara vez en estos tiempos.