Eduardo Mendoza: “Para mí yo soy aburrido. Por eso, si estoy a solas conmigo mismo, me invento historias divertidas”.

 tres enigmas para la organizacion - Eduardo MendozaTres enigmas para la organización” (Seix Barral, 2024) es una afilada novela de detectives,  en la que Eduardo Mendoza ha vertido lo mejor que puede entregarle al género: sátira social, comedia de enredo, mucha intriga y grandes dosis de humor. En ella, nueve estrafalarios detectives hacen lo imposible para resolver tres casos de misterio sin traicionar a la organización para la que trabajan, una anacrónica entidad que sobrevive clandestinamente en los límites de la ley. El escenario es la asfixiada Barcelona de 2022, que, pese al transcurrir de los tiempos, sigue desplegando todos sus prodigios.

Puede que ande despistada, pero creo recordar que en alguna entrevista comentó que había decidido no volver a escribir novelas. ¿Cuál es, entonces el origen de Tres enigmas para la organización?

Esa misma declaración. Fui sincero cuando dije que no iba a escribir más novelas, pero en cuanto la hube hecho comprendí que había metido la pata. Sólo sirvo para escribir novelas.

Me he divertido muchísimo leyendo el libro. Y me ha recordado lo bien que lo paso gracias al humor con el que conecto. Una vez le escuché decir que “el que practica el humor está condenado a ser producto de proximidad”, por la dificultad que entraña su traducción y su traslado a otras culturas. ¿Por qué le compensa escribir historias de humor a pesar de creer que se trata de una literatura de cercanías?

No escribo pensando en el mercado donde venderé el producto. Bastante me cuesta hilvanar una historia. El humor tiene cosas muy buenas, pero el inconveniente de quedar circunscrito a su entorno cultural. Y lingüístico. Para empezar, es muy difícil de traducir. Los nombres de los personajes, por ejemplo: ¿hay que dejarlos como están y aceptar que pierdan la gracia o buscarles un nombre que funcione igual en el otro idioma? Y así con todo. Bueno, no hay que ser radical. Siempre queda algo y un público conecta a través de la barrera, pero no es comparable al drama, que, por desgracia, nos afecta a todos igual.

¿Cuánto hay de juego en su hacer literario? ¿Se divierte mientras escribe?

El hacer literario siempre es un juego, entre el escritor y el lector. A veces es un juego fácil; a veces, no.  El humor es un juego doble: el juego de la ficción y el del humor. ¿Me divierto? Sí, claro. No porque me ría de mis propios chistes, sino porque me divierte jugar.

También ha dicho en alguna ocasión que se considera un hombre bastante aburrido. ¿Desde qué lugar vertebra, entonces, argumentos tan graciosos y ocurrentes?

No sé si soy aburrido para los demás. Para mí, sí. Por eso si estoy a solas conmigo mismo, me invento historias divertidas. Una vez puesto en marcha, lo difícil es parar.

En estos tiempos en los que todo pasa y cambia tan rápido, y lo genuino está en peligro de extinción su novela me ha resultado aliviadora, porque la locuacidad y el humor (otra vez) han logrado convertir la sensación de nostalgia en algo placentero. ¿Es esta una reacción que persigue provocar?

No lo sé, francamente. No persigo provocar ninguna reacción, pero sé que el lector ha de reaccionar. Si no reacciona, mejor que tire el libro a la basura. El mío o cualquier otro. Si el lector de este libro encuentra en él un modo de negociar sus nostalgias, mejor. Si sólo se entretiene un rato, ya me conformo.

Y la crítica social, tan afilada en esta novela, tan certera… ¿la considera imprescindible en la literatura?

Sí. Una crítica explícita, no. Para eso hay otros medios más eficaces. Pero sí una mirada lo más lúcida posible sobre la realidad.

Lanza, entre otras, dagas al desorden institucional y administrativo, al turismo desmedido (y a sus consecuencias) o a las injusticias cotidianas. ¿Hasta qué punto cree que los libros deberían concienciar o hacer pensar a los lectores?

Un libro en concreto, de ningún modo. Leer contribuye a formar juicios más complejos, a veces contradictorios, alejados de la simplificación y el maniqueísmo. Pero un libro no ha de ser un sermón ni una diatriba.

Y, ¿qué lugar ocupa el entretenimiento en todo esto?

El entretenimiento es esencial. La comida es un alimento, pero ha de ser apetitosa. Eso no quiere decir que un libro tenga que ser ligero o fácil. Hay libros complicados, incluso pesadísimos, que compensan el esfuerzo. Hacer cosas difíciles o con esfuerzo también es entretenido, como escalar montañas, o boxear.

Las casualidades, las coincidencias, son detonante de muchas de sus historias. También de muchos de los acontecimientos de la vida real. ¿Por qué decidió hacerse escritor? ¿Fue por casualidad?

Yo no decidí hacerme escritor. Empecé de niño, pintando monas, como hacen muchos niños. Y seguí, sin parar, evolucionando con la edad. Luego conseguí que me publicaran y luego los lectores permitieron que convirtiera la escritura en una profesión. Así de sencillo.

¿Qué está leyendo?

Varias cosas a la vez. Soy caótico y tengo poco poder de concentración. Leo un libro de historia, releo un clásico, descanso leyendo una novela policiaca. Leo pocas novedades. Lo que publican los amigos y poca cosa más. Eso viene con la edad.

¿Puede adelantar si seguiremos teniendo el privilegio de disfrutar con más de sus historias?

No puedo adelantar el futuro. De momento no tengo nada previsto, pero esta vez no haré ningún anuncio del que me tenga que arrepentir.

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