Marisol Bastida. “Memorias. Una biografía de Mikel Laboa”
Tras superar numerosos miedos y dudas, la que en su día fuera mujer y colaboradora del cantante Mikel Laboa publica las memorias recogidas durante estos últimos años. En ellas nos descubre con detalle los recuerdos vividos con quien fuera su gran compañero en la vida, en un ejercicio en el que nos desnuda su alma con valentía.
Comenzaste a recopilar material para las memorias en la primera mitad de los 60. ¿Cómo ha sido el proceso a lo largo de todos estos años? ¿Qué has buscado al publicarlas?
A partir de la primavera del 64 comencé a guardar una base de datos de forma bastante inconsciente, a medida que iba conociendo a Mikel más íntimamente,. Y fu valorando lo que hacía. También recojo datos de su faceta como médico, pero me centro principalmente en su trayectoria artística y en aspectos de nuestra vida en común. Fui guardando carnets, discos, entrevistas, críticas, grabaciones, a lo largo de los 70 y los 80. Y a partir de ahí fui anotando también todos los conciertos que daba. Lo que con los años fui viendo muy claro era que lo que quería era recoger testimonios que avalaran que eso que decía yo tenía una veraz y estaba demostrado. Luego, eso se fue complementando con una especie de diario que fui escribiendo de forma discontinua a lo largo de los 70 y sobre todo los 80, y que tenían que ver con nuestra vida y con el contexto socio-cultural en el que estábamos insertos. Hacia los 90 completé esta labor con entrevistas con el propio Mikel, con familiares y amigos cercanos. Mikel conocía lo que hacía y lo valoraba. Y fue ya hace unos cuatro años cuando empecé a redactar las memorias y todo esto comenzó a tomar cuerpo.
Has recibido apoyo en tu entorno a la hora de publicar las memorias?
Sí, mis hijos y amigos me han animado mucho. Para mí fue muy importante Juan Cruz Igerabide, que me ayudó con las correcciones, y me habló de la posibilidad de que la Cátedra Mikel Laboa se hiciera cargo de la traducción al euskara. Yo tenía claro que tenía que ser una mujer. Asun Garikano estaba ocupada, y finalmente la traductora ha sido Koro Navarro.
En algún pasaje del relato hablas de “dudas” y “miedo” de publicarlo. ¿Por qué?
Sí, hace unos meses me entró un vértigo impresionante acerca de la conveniencia de publicarlas, porque hay una parte en la que sale nuestra intimidad. Y publicar eso, asusta. Al final, decidí que era mejor publicarlo.
Hay varios niveles en el relato: tu experiencia personal, la trayectoria profesional de Mikel, vuestra relación de pareja, el contexto socio-cultural y político. Dices que escribir el libro ha sido “como volver a vivirlo de nuevo”. ¿La experiencia ha resultado dura, gratificante…?
Lo he pasado muy bien haciéndolo. Escribir me gusta. Y recuperar en cierto sentido nuestra vida, me ha hecho disfrutar mucho. Creo que es una experiencia de segunda mano, pero que queda ahí, no se diluye, queda todo recogido.
La muerte de tu ama marcó un punto de inflexión en tu forma de ver la vida. ¿Qué cambió?
Su muerte fue un shock, por inesperada. Era la mayor de siete hermanos, se quedó viuda muy joven y se tuvo que hacer cargo de mi hermano y de mí. Tenía un gran sentido de la justicia social, y con los años también me influyó mucho que fuera una mujer responsable, aunque tampoco faltaron la risa, el juego y la diversión.
Tu estancia en Londres fue fundamental en tu transformación personal y humana. ¿Cómo influyó en ti?
Siempre he pensado que sin aquella experiencia no hubiera llegado a valorar a Mikel como lo he hecho. Aquello era todo un mundo a nivel de teatro, arte plástico… que desarrolló mi sensibilidad. Mi formación en Londres fue crucial en mi forma de apreciar y cultivar el terreno artístico.
Los problemas de salud de Mikel son una constante en su vida, y eso llega a condicionar su carrera musical y también vuestra relación.
Tuvo un problema muy serio que le retuvo de joven durante dos años y después continuó. Pero él lo llevaba con un gran estoicismo. Salvo en una época de crisis su enfermedad no fue un obstáculo para nosotros. Y pienso que en cierto sentido la enfermedad también ayuda a valorar la vida de otra forma.
Llegas a aportar datos vuestros muy íntimos y personales, que pueden sorprender a algunos seguidores de Mikel (relaciones sexuales, etc.).
Mikel era humano, y profundamente humanista y en las memorias se refleja también su parte humana. Era bueno como artista y como persona. No creo que el relato perjudique su imagen, al contrario. Y respecto a hablar de sexo, creo que esta sociedad es de una hipocresía increíble. Yo creo que en la relación de pareja el sexo es importante, y por eso me refiero a ella de forma natural. Y estoy convencida de que a Mikel no le hubiera supuesto ningún problema que hablara de ello.
Mikel no era de hablar, era de hacer. Era una persona reservada. El me decía que yo le estimulé mucho para poder él seguir adelante en su terreno artístico. Valoraba mis críticas o comentarios sobre cine, teatro o música… Solía decir que yo era la intelectual de la pareja. Lo que está claro es que el artista era él, no yo. Pero teníamos una complementariedad que funcionó a lo largo de nuestra vida.
Mencionas en una parte del relato: “éramos idealistas, y pretendíamos aportar siquiera un poco a la construcción de un mundo más libre, y contribuir al desarrollo de la cultura vasca”. ¿Sientes que conseguisteis vuestro objetivo?
Yo creo que éramos idealistas y soñadores, y obviamente parte de aquello no se cumplió. En los 50, cuando Miekl y yo nos conocimos, la visibilidad que tenía la cultura vasca era casi nula, y es evidente que estos años se ha avanzado mucho. En ese sentido sí se puede decir que junto a mucha otra gente, contribuimos a mejorar algo las cosas. En el otro terreno, creo que fracasamos en nuestro intento de contribuir a crear un mundo más libre y justo. La libertad y la justicia para nosotros iban unidas, la una no tiene sentido sin la otra; quien carece de todo ¿qué puede elegir?, es una especie de esclavitud formal. Creo que ha sido una suerte para Mikel morir sin ver todo lo mal que van las cosas. El mundo está muy mal.
A lo largo del libro se trasluce una gran admiración, incluso fascinación hacia Mikel. A pesar de vuestras discusiones y diferencia de caracteres.
Esas diferencias se manifestaron sobre todo al inicio de nuestra relación. Mikel era mucho más cariñoso, más artista, más anarco, yo era más lógica. Con el tiempo esas diferencias se fueron atenuando. Pero sobre todo compartíamos valores, gustos, con matices.
Las diferencias religiosas son otro aspecto en el que teníais diferente visión.
Sí, con matices. De niños y jóvenes, ambos éramos católicos practicantes, era lo que tocaba. A partir de casarnos dejamos de ser practicantes, y los dos hemos mantenido una postura agnóstica. Ahora bien, su agnosticismo en el terreno religioso era más radical que el mío. Yo sin embargo tenía un matiz más místico, más panteísta. Yo podía rezar, y Mikel no lo hacía.
El libro refleja una faceta menos conocida de Mikel, la de médico. Señalas el contraste entre su postura ortodoxa en su faceta como médico y una heterodoxia en el terreno artístico.
Como médico Mikel tenía una postura ortodoxa. Le guiaba su humanismo y el respeto que sentía por la ciencia en general, y por la ciencia médica en particular. Valoraba profundamente a la persona, al ser humano, y la experiencia humana, extraña, misteriosa, le interesaba muchísimo. Y es curioso, pero la forma de aproximarse a ella era muy distinta desde un terreno y desde el otro.
Al hilo de lo que comentas, la portada del libro, realizada por Zumeta, recoge de alguna manera estas dos facetas de la personalidad de Mikel.
Es curioso, ese retrato lo hizo Zumeta hacia el año 88. A Mikel y a mí nos gustaba mucho. Yo le solía decir a Mikel que en uno de los ojos estaba una de sus personalidades, la que tenía que ver con su gran sencillez, con su lado natural, cariñoso, prudente; era la faceta más relacionada con su faceta como médico. Y el otro ojo, mucho más oculto y desconocido, yo lo veía vinculado a su otra vertiente más heterodoxa, que se manifestaba más en su aspecto artístico, y que era misterioso, profundo, creativo, con un gran sentido del humor… Siempre he valorado mucho esa mezcla.
Mencionas también que Mikel solía decir que “el recuerdo es bueno y la nostalgia es mala”. ¿Es difícil no caer en lo segundo?
Siempre lo decía, sí. En la vida, el recuerdo, la historia y la memoria son fundamentales. Pero la nostalgia es mala, porque lo vivido es irrecuperable. Pero yo a veces no puedo separarlas, y siento una nostalgia terrible de lo que me falta. En ese sentido estas memorias pretenden aportar un granito de arena a ese entorno.
Has conocido junto a Mikel a grandes artista, has explorado un mundo artístico, te has involucrado social y políticamente, has desarrollado tu carrera, has amado y has sido amada… ¿Consideras que has tenido una buena vida?
Sí, yo creo que he tenido una suerte inmensa. Siempre digo que si pudiera, volvería, crisis incluidas. El encontrarnos Mikel y yo fue una gran suerte, y creo que en cierto sentido, juntos hemos puesto en práctica esa enseñanza que da Sócrates en El Banquete de Platón: que lo que merece en la vida es perseguir lo bueno y lo bello. También me siento muy afortunada de haber podido desarrollar una de mis grandes pasiones, aparte de las ya mencionadas: mi profesión como profesora de economía a lo largo de 41 años: poder dar clases explicando los programas oficiales ,y al tiempo intentando incorporar nuevos datos teniendo en cuenta las políticas económicas, siempre procurando transmitir el espíritu crítico.
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