Xabier Irujo: “Gernika es un ejemplo arquetípico de la manipulación de la verdad a manos del poder establecido”

Suele decirse que la verdad es la primera víctima de la guerra, pero quizá sería más acertado señalar que la mentira es consustancial al crimen. Y el crimen de Gernika está asociado a una de las mentiras más destacadas de la historia del siglo XX. El director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, Xabier Irujo, nos conduce en su nuevo libro, La verdad alternativa – Treinta mentiras sobre el bombardeo de Gernika (Txertoa), a través del laberinto de la mentira. De la mentira de Gernika, sí, pero también de la mentira en general, porque este libro, como todo buen libro de historia, no solo sirve para que nos acerquemos a un acontecimiento del pasado, sino que hace inevitable que reflexionemos sobre un presente en el que los poderosos han pasado de mentir a reivindicar abiertamente “la verdad alternativa”.

¿Qué hace este libro especial? ¿Qué van a encontrar en él el lector o la lectora que no puedan encontrar en los numerosos libros sobre el bombardeo de Gernika que se han publicado hasta ahora?

Desde que en 1977 Herbert Southworth publicó su clásico sobre la negación del bombardeo de Gernika, no se había hecho un estudio a fondo sobre la literatura negacionista en torno a este trágico episodio histórico. Tras más de doce años recuperando documentos en más de cuarenta archivos, hoy es posible saber, por ejemplo, que la mentira fue una orden, una orden directa de Franco, quien estableció por decreto la propia madrugada del 27 de abril de 1937, es decir, apenas unas horas después del bombardeo, que se debía negar la autoría y difundir por todos los medios posibles que la villa foral había sido reducida a cenizas por los “rojos” en retirada. Al margen de esta gran mentira, la de la negación del bombardeo, el libro recoge las treinta mayores falsedades que se han ido difundiendo para sostenerla o para restar importancia al crimen. Con la particularidad de que muchas de estas falsedades se continúan repitiendo a día de hoy.

El principal objetivo de la obra es refutar lo que usted identifica como reduccionismo histórico, que goza de muy buena salud.

Durante cuarenta años de dictadura, incluso después del término de la Segunda Guerra Mundial y de los juicios de Nuremberg, la verdad oficial fue que Gernika había sido destruida por “el fuego y la gasolina”. Este negacionismo original, amparado por todos los medios propagandísticos y de censura del régimen, dio lugar a la fosilización de la mentira. Hoy nadie niega el bombardeo, pero esa mentira fosilizada se nos muestra en forma de reduccionismo, o el intento de minimizar todos y cada uno de los aspectos del bombardeo (naturaleza del ataque, número de víctimas mortales, número de aviones que participó, tonelaje de bombas lanzadas, etcétera). Y, efectivamente, ese reduccionismo goza de muy buena salud. De algún modo, aún hoy se ciñe a lo que afirmó Joachim von Ribbentrop en el Londres de 1937 cuando declaró que lo que había ocurrido en Gernika, “ciudad de segunda o tercera importancia”, no merece ninguna atención.

Repasemos algunas de las falsedades que usted refuta. ¿Fue realmente un bombardeo de terror con el fin de destruir la villa? ¿El objetivo no era inutilizar el puente de Rentería, de gran valor estratégico?

El bombardeo de Gernika fue un bombardeo de terror que tenía como objetivo estratégico forzar la rendición del Gobierno de Euskadi amenazando con hacer lo propio con Bilbao. Pero fue asimismo un experimento de guerra para demostrar empíricamente que reducir un núcleo urbano a cenizas en un tiempo récord de tres horas y media era posible. El estudio de las fotografías aéreas tomadas tras el ataque evidencia que se trató de un bombardeo quirúrgico, ya que apenas una calle y una vía de tren —no más de quince metros— separan la zona totalmente destruida de aquellas que no fueron ni tan siquiera arañadas por la metralla. El puente nunca fue un objetivo, es más, se tuvo mucho cuidado en no bombardear ni el puente ni las fábricas de armas. Tal como expresó Imanol Villa, un niño de escasos diez años que sobrevivió al ataque, era más seguro refugiarse en una fábrica de armas que en un hospital.

¿Franco estaba o no al corriente del bombardeo?

Franco ordenó el bombardeo de Gernika y todos los bombardeos que ocurrieron en el curso de la guerra. Así lo prescribían las instrucciones generales para el enlace con la aviación del 17 de noviembre de 1936, las cuales establecían que los bombardeos a distancia sobre localidades tan solo los podía ordenar el mando superior, esto es, Franco. El contacto directo con Hugo Sperrle, comandante de la Legión Cóndor, que solo respondía ante el generalísimo, y, en general, el control directo sobre el conjunto de la fuerza aérea en el teatro de operaciones, proporcionaba a Franco un gran ámbito de poder sobre el resto de los militares sublevados. Es preciso subrayar que, en el curso del bombardeo de Gernika, el coronel Wolfram von Richthofen movilizó al 20% del total de la flota aérea rebelde en la península ibérica. Resulta totalmente inadmisible asumir que un ataque de estas dimensiones se pudiera haber orquestado sin el conocimiento de los generales Franco, Mola y Kindelán.

¿Cuántas personas murieron realmente en Gernika?

Más de 2.000 personas perdieron sus vidas en Gernika. Entre 450 y 500 de estas en el refugio de Andra Mari. Esto es lo que indica, más allá de cualquier duda razonable, la documentación de que disponemos a día de hoy. Mas allá de un completo desprecio por las fuentes históricas y los treinta y nueve testimonios registrados que hacen referencia a más de un millar de muertos en la villa, la literatura reduccionista hace hincapié en el hecho de que no se han recuperado los cuerpos de las víctimas y que incluso desconocemos sus nombres, pero omite aducir que el núcleo urbano de Gernika no fue completamente desescombrado hasta diciembre de 1941, más de cuatro años después del bombardeo, sin que se registrara el hallazgo de un solo cuerpo sin vida. Y a una preocupante falta de corrección en el ámbito de la metodología historiográfica, omisión de fuentes, desacreditación de los testigos y simplificación de los factores que rigen la recuperación material de la memoria histórica, se une una más grave si cabe manipulación de la documentación de archivo y de las fuentes históricas.

Quizá si Picasso no hubiese pintado el cuadro…

Picasso terminó su lienzo el 4 de junio de 1937 y el Guernica fue expuesto al público en el pabellón de la República de la Exposición Internacional en París el 12 de julio. Para entonces, Gernika había saltado masivamente a las primeras páginas de la prensa europea y americana. Los artículos sobre la masacre que registró la prensa en América y Europa se cuentan por miles. Un estudio cuantitativo muestra que tan solo en los Estados Unidos se reprodujo la noticia del bombardeo unas 7.000 veces entre abril y julio de 1937. De hecho, Picasso dedicó su cuadro a Gernika porque ya estaba en las mentes de quienes iban a visitar la Exposición. Un mes antes de que el Guernica fuera expuesto por vez primera, el prologuista del folleto Foreign Wings over the Basque Country escribió: “El episodio de Gernika, con todo lo que representa tanto en el ámbito militar como en el orden moral, parece destinado a pasar a la historia como un símbolo. Un símbolo de muchas cosas, pero sobre todo un símbolo de esa capacidad para la mentira que posee esta nueva forma de maquiavelismo que amenaza la destrucción de todas las bases éticas de la civilización. Un claro ejemplo del uso que pueda hacerse de la mentira para degradar las mentes de aquellos a quienes se quiere convencer. Y así, en contra de la verdad, se está formando una leyenda de lo que ocurrió en Gernika. Y, carente de toda poesía, esta leyenda es un reflejo de los más oscuros rincones de la mente humana”. Este hecho es el que ha inmortalizado el bombardeo de Gernika, y Picasso supo dar forma plástica a esta tragedia.

Titula significativamente el libro La verdad alternativa, terminología de plena actualidad para designar lo que podemos llamar “la mentira de siempre”. ¿Por qué este guiño?

La mentira oficial es un constructor, una forma de desfigurar la realidad con objetivos que por lo general son de tipo ideológico, político o socioeconómico. Ha existido desde siempre y Gernika es un ejemplo arquetípico de esta manipulación de la verdad a manos del poder establecido. En referencia al historiador Ángel Viñas, Vicente Talón escribió frívolamente que “lo malo de estos panfletarios de la historia es que, a menudo, no se leen a sí mismos y toman de los demás aquello que les conviene, rechazando el resto, con lo que es un juego de niños dejarlos en mal lugar”. Al parecer, para algunos historiadores, escribir sobre este u otros temas es un juego de niños, o un ruedo para el insulto. No es así. Al escribir sobre el bombardeo de Gernika o sobre cualquier otra atrocidad, nos referimos a personas físicas que padecieron una muerte lenta, dolorosa y horrible. Es responsabilidad de cada persona desenterrar la verdad mostrando el debido respeto a las víctimas, sea cual sea el lugar en que murieron y el verdugo a manos de quien perecieron. Esta es en este ámbito la principal responsabilidad del historiador.

¿Usted cree que existe alguna intencionalidad compartida, digamos, de tipo político, entre los autores reduccionistas?

Más bien de tipo ideológico y también psicológico. El historiador Jesús Salas introdujo en su libro sobre el bombardeo una sección titulada “El mito y la leyenda”, a la que contrapuso otra sección bajo el título “Los hechos. La verdad”, donde enumeró “los elementos de la leyenda” de Gernika, todos los cuales son hechos históricos documentables y documentados. Y esta tradición se reproduce aún hoy, en 2017, no solo por interés sino por mimetismo, porque la mentira es contagiosa. En referencia al reportero George Steer, Jorge Vilches ha afirmado tajantemente pero sin el menor aporte documental que “sus datos eran falsos: no había mercado, ni diez mil personas, ni cientos de muertos”. La constante repetición de la mentira revela que la observación de Susan Hilton es cierta: “Me miento a mí misma todo el tiempo, pero nunca me creo”. En cierto sentido, la negación del bombardeo de Gernika es la historia de una exaltación de la mentira y un ejemplo aplicable a la psicología social del concepto lacaniano de pasión por la ignorancia.

¿Hay mucho que investigar aún sobre el bombardeo de Gernika? ¿Falta algo fundamental por esclarecer?

La literatura reduccionista apuesta por títulos como La verdad frente al mito o La historia definitiva. No existe tal cosa. Ni hay una historia definitiva ni se consigue jamás desvelar totalmente la verdad. Hay mucho que escribir aún de Gernika y de cada una de las más de 1.000 operaciones de bombardeo que la aviación rebelde ejecutó sobre suelo vasco entre el 22 de julio de 1936 y el 18 de agosto de 1937. A diferencia de la mentira, la verdad no se planta sino que se recoge y no se cultiva sino que se rescata. La verdad no se produce ni se multiplica de la forma en la que lo hace la mentira, y por eso mismo requiere de un cuidado constante. No creo que llegue el día en que podamos decir que hemos escrito todo lo que se podía escribir de Gernika. El archivo del Centro de Documentación del Bombardeo de Gernika conserva a día de hoy cerca de 100.000 documentos relacionados con el bombardeo y una magnifica biblioteca, pero muy posiblemente dentro de una década albergará una cantidad mucho mayor de material documental. Y alguien tendrá que leer estos papeles y escribir sobre lo que encuentre.

¿Cree que las instituciones y los historiadores hacen lo suficiente para que la verdad histórica prevalezca?

Sin duda el Centro de Documentación del Bombardeo de Gernika, el Museo, Gernika Gogoratuz y el Ayuntamiento de Gernika han realizado una labor excelente en la recuperación de esta parte de la memoria de nuestro pueblo. Gogora, el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, e instituciones como la Sociedad de Ciencias Aranzadi o la Asociación de Familiares de Fusilados, Asesinados y Desaparecidos en Navarra, por mencionar solo algunas organizaciones, están desarrollando una labor fundamental en la reconstrucción de nuestra pasado. Sobre todo se trata de hacer justicia y garantizar el derecho que todo pueblo tiene de conocer la verdad sobre su pasado, así como de establecer los principios cívicos y éticos pero también jurídicos sobre los que edificar un futuro mejor, evitando que estos hechos se repitan aquí o en cualquier otro rincón del planeta. Pero esta labor no se puede dejar de llevar a cabo, ya que se trata de un proceso de concienciación colectiva que debe ser mantenido en el tiempo.

¿Cree que se ha hecho lo posible por reconocer y reparar a las víctimas?

No creo que nunca podamos hacer lo suficiente por reconocer y reparar a una persona que ha perdido la vida y tal vez también la de sus seres queridos. Pero podemos evitar que esto se repita y, en este sentido, la educación es una vía fundamental. No me refiero únicamente a la educación en clases o aulas magnas, sino a la transmisión escrita y fundamentalmente oral de emociones. Joseba Elosegi vino a casa hace más de tres décadas y nos transmitió lo que vivió en Gernika el día del bombardeo. Era una tarde de primavera, muy tormentosa, y, cuando Elosegi contaba de forma vehemente lo que había visto, un rayo penetró a través de la ventana y estalló contra la chimenea. No fue la parte racional del discurso la que se cristalizó en nuestra memoria sino un momento repleto de emoción. La entrevista a las víctimas, a los testigos y también a los agentes de estos hechos tiene una carga pedagógica de la que carecen las aulas o la administración y la política parlamentaria; un alumno o una persona aprende cuando siente hasta llegar a compartir las emociones de las víctimas o el arrepentimiento de los agentes y sus descendientes.

¿Qué opina de la reciente respuesta del Gobierno alemán a un diputado del Bundestang negándose a reconocer el bombardeo de Gernika como “crimen de guerra”? ¿Y del reciente homenaje en la base de Wunstorf?

Ante la pregunta parlamentaria del diputado de Die Linke Andrej Hunko, el Gobierno alemán ha hecho referencia a la masacre en términos de “infracción del derecho internacional público” y ha centrado el debate en torno a la memoria histórica en el ámbito puramente mercantil al indicar que Alemania “admite la responsabilidad histórica”, aunque considera que no tiene obligación de reparar a las víctimas y que “no hay una base jurídica para la compensación o reparación”. Merkel, como tantos otros políticos, periodistas e historiadores antes que ella, ha preferido ocultar la verdad en pro de un supuesto lucro inmediato, porque el remordimiento, una virtud que exige raíces demasiado profundas, únicamente ataca a aquellas conciencias que son tan capaces y maduras como para alimentarlo. Hace no mucho entrevisté a un testigo del bombardeo de Otxandio que con catorce años perdió a su aita, dos hermanos y tres primos en escasamente media hora, ametrallados desde el aire. Hablando de aquellos que niegan o encubren estos hechos, me dijo sin titubear: “Si quieren saber lo que ocurrió aquí, que vengan a verme”. En cuanto al reciente homenaje a las víctimas de Gernika en la base aérea de Wunstorf, es un ejemplo de civismo, y el único camino hacia la reconciliación de un pueblo con su propio pasado.

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