Javier Sierra: “Me fascina la alquimia”

En el libro se nombran varias profesiones, algunas más comunes como policías o curas, y otros que no lo son tanto como, por ejemplo, ocultistas.


Yo siempre he considerado una profesión extrañísima la astronomía porque está en contacto con lo intangible pero a la vez es muy fascinante. Entiendo que estar vigilando las estrellar, estar haciendo cálculos sobre movimientos de planetas  y tratar de explorar  qué hay mucho más allá de nuestro sistema solar es fascinante, porque la mayor obsesión de los astrónomos es encontrar el origen del universo y por lo tanto, el origen de nosotros mismo.


Y luego hay otras que van en esa misma dirección que me parecen también muy curiosas  como la que tiene Martin Faber en El angel perdido: climatólogo, un personaje que está obsesionado con el deshielo de las cubiertas de hielo permanente de las altas cumbre y eso le mueve viajar al monte Ararat donde luego será secuestrado. Los verdaderos climatógolos hacen eso, viajar a glaciares, o a desiertos para calcular el avance de la arena respecto a la tierra fértil, medirlo a milímetro.


Esas cosas a mi me parecen muy curiosas. Porque de algo pequeño (la imagen de las estrellas desde el telescopio, o los granos de arena), sacan conclusiones muy grandes.


Dentro de los temas esotéricos que conoces, ¿cuál es el que más te llama la atención?


Hay muchos, pero a mí me fascina mucho la alquimia entendida como propulsora de la química, pero también como esa capacidad de transmutar elementos y crear cosas distintas a partir de materia sencilla. Alquimistas fueron, por ejemplo, los primero maestros vidrieros de las catedrales góticas que crearon un tipo de cristal que era indiferente a la luz que había en el exterior, dejaban pasar siempre la misma cantidad dentro de las catedrales. Fueron tan perfectos en su trabajo, tan meticulosos, tan artesanos, que después los vidrios industriales son un pálido reflejo de lo que hicieron aquellas gentes. Por eso las catedrales góticas donde se conservan los vidrios primitivos hay pocas: Sartre, está la Catedral de León donde algunas de las vidrieras pertenecen a su origen, pero las que las conservan tienen una atmósfera que es realmente misteriosa, es peculiar y no se ha podido imitar con la producción industrial. Es gente al que admiro, y su conocimiento va más allá de lo “esotérico”  tal y como lo entendemos, es un conocimiento que se plasma en algo real, que se plasma en este mundo, pero que lo hacen con fe. La fe  es algo que los modernos empresarios no ponen en la mayoría de sus producciones, por desgracia.


Detrás de la historia relatada se evidencia un gran trabajo de documentación. ¿Cómo ha sido ese trabajo?


Ha sido un trabajo muy consciente porque yo entiendo que el lector contemporáneo es cada vez más exigente, incluso con las obras de ficción. Creo que cada vez vale menos la ficción someramente inspirada en escenarios reales o en situaciones reales y el lector lo que pide es que haya una documentación lo más fidedigna posible, entre otras cosas porque tiene ya más capacidad de crítica, tiene más información a su alcance, o incluso puede plantearse ir a los escenarios de algunas de sus novelas y este último es un fenómeno muy reciente. Nuestra manera de leer en este siglo a cambiado completamente respecto a los lectores del siglo XIX, y si los lectores cambian su manera de leer, los autores tenemos la responsabilidad de estar a su altura, y esa es la razón por la que hay un trabajo lo más exhaustivo posible de documentación para la ambientación de la novela.


Encontramos asimismo dos puntos de vista o visiones del mundo que parecen antagónicas, como son la ciencia y las creencias religiosas. Sin embargo, usted las entrelaza una y otra vez. ¿cómo ha trabajado ese ensamblaje?


Es verdad que El angel perdido es una novela de opuestos. Los propios personajes se debaten entre la visión cartesiana o racional y la versión irracional, más sensitiva o psíquica. Es verdad que esa lucha, ese combate está allí, pero yo lo he introducido deliberadamente. Nuestro mundo es una amalgama o una lucha de opuestos, todo es polar: el polo positivo y el polo negativo, arriba y abajo, lo material y lo inmaterial, la ciencia y la fe. Meter esa polaridad dentro del cerebro de un personaje creo que lo convierte en muy interesante. Las luchas ya no son solo en el mundo exterior, sino también en el psicológico y el ensamblaje de esas dos cosas es difícil pero a mí me parece interesante. Creo que ciencia y espiritualidad, no digo religión sino espiritualidad, ciencia y espiritualidad no están reñidas. De hecho muchos de los grandes científicos de la historia trataron de combinarlas a toda costa. Sir Isaac Newton, cuando estaba formulando su teoría de la gravitación universal, estaba a la vez obsesionado por investigar los principios sobre los que se construyó el templo de Salomón como máquina de piedra para guardar a Dios, ¡y lo estaba haciendo a la vez! O el propio Albert Einstein, que decía que el misterio era la máquina de la ciencia, y tenía razón, porque solamente si ves lo misterioso, si ves la sombra de lo que te falta por descubrir tú avanzas.


¿Tiene un horario fijo para escribir, por ejemplo, por horas diarias? ¿Qué disciplina de trabajo sigue?


Yo era una persona disciplinada hasta que tuve dos hijos. En cualquier caso, lo que me impongo como orden es madrugar. Suelo dedicar la mañana a leer, contrariamente a lo que suelen dedicarla otros autores porque se sienten más frescos para escribir… yo la dedico a leer, y la tarde, cuando ya estoy completamente despierto, la dedico a escribir. Y en momentos difíciles o en capítulos intensos de la novela trato de aislarme, incluso salir fuera de casa a casa de un amigo donde me pueden dejarme sólo durante 48 horas y allí sacar adelante esa escena complicada.


¿Podrías darnos tres títulos de novelas que te gustan?


1) El quinto día (Frank Schätzing) me pareció una novela muy sorprendente. Si la tuviera que definir de algún modo, sería algo entre Contact,  Moby Dick y Veinte mil leguas de viaje submarino.


2) El ocho (Katherine Neville). Un clásico donde los protagonistas se ven abocados a buscar el ajedrez de Montglane que supuestamente perteneció a Carlo Magno.


3) Caballo de Troya 1 (J.J. Benitez). Una novela que no sé la volvería a leer, pero que en su momento me impactó mucho. La leí de un tirón cuando tenía 11 o 12 años y fue esa sensación de terminar una novela y decir, yo de mayor quisiera escribir novelas.


¿Por qué no ha salido el libro en edición digital?


Porque quiero que cuando salga sea algo más que un PDF que puedas leer en tu E-Reader. Me gustaría que contuviera extras, que pudiera trabajar incluso sub-menús con video. A ser posible me gustaría incluso ponerle la banda sonora que yo escuchaba cuando escribía el libro… en fin, cosas de autor que enriquecerían mucho la lectura y que son posibles en un entorno tecnológico. Yo creo que no es sano ni aceptable la translación simple del texto escrito al texto electrónico. Porque el libro electrónico no es un simple libro, será otra cosa, será un entorno de entretenimiento relacionado con el libro y además tendrá el libro para quien quiera leerlo, pero no es un libro, sólo como libro se queda pobre.

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