Carlos Egia: “Cada uno tenemos nuestra propia ballena, pero no somos nosotros quienes las elegimos, sino ellas las que nos eligen”

Carlos Egia (Bilbo, 1967), que nos sorprendió con El sacrificio de los peces (2017) y nos enamoró con La leyenda del desierto (2019), llega ahora con La sombra de la ballena. Es una novela corta, de apenas 130 páginas, pero con una trama densa que inevitablemente recuerda a títulos clásicos del género negro como El cartero siempre llama dos veces o Perdición.

Usted ve La sombra de la ballena como la crónica de una apuesta.

Efectivamente, como la crónica de una apuesta arriesgada. La cuestión que se plantea es cómo responder cuando la vida nos pone ante un suceso extraordinario, con el que, además, siempre hemos soñado. Edorta Landea es un hombre sin, aparentemente, una misión especial en la vida. Uno de tantos, uno como cualquiera. Solo que, desde niño, desea ver una ballena en el mar, y con esa pequeña ilusión se acerca cada día al acantilado, conservando la esperanza intacta de poder cumplir su sueño. Pero, al mismo tiempo, esa esperanza es la esencia de su rutina, de un rígido esquema que sostiene una vida sorprendentemente previsible y monótona a la que solo la afición de su hermano por las apuestas pone en aprietos. Hasta que un buen día, su cotidiana apatía sufre un tremendo revolcón, todas las certezas quedan patas arriba y Edorta, un hombre tranquilo –uno de tantos, uno como cualquiera–, se ve atrapado por una corriente que lo arrastra irremisiblemente y lo quiere engullir.

Esa corriente se llama Lisa…

Sí, Lisa, una atractiva joven casada con un acaudalado hombre de negocios de Neguri entrado en años, irrumpe en su vida. A partir de ahí, Edorta Landea se topará con personajes variopintos que, aparentemente, nada tienen en común. Entre ellos se desarrollará una rápida trama al estilo de la novela negra más clásica, en la que cada cual tendrá que sopesar las cartas que tiene para jugar la partida y, finalmente, hacer su apuesta. Y Edorta, que ve cómo la sombra de la ballena se hace cada vez más grande y opresiva en su interior, también se la jugará, porque eso es lo que exige la vida cuando le da por volverse extraordinaria y nos pide a cada uno que elijamos nuestro lugar.

La novela está ambientada a finales de los 60 o principios de los 70. ¿Por qué?

Más bien, a finales de los sesenta. ¿Por qué? Porque me parece un momento histórico interesante, sin más. Son años en los que el modo de vida rural agoniza ante el imparable crecimiento de la industria, se produce una nueva llegada masiva de emigrantes, la oligarquía capitalista está en auge… Son años de cambio en los que también cabe situar la prehistoria del ocio masivo y se introducen nuevas costumbres. Es una época efervescente, de incertidumbre, pero también de esperanza y de nuevas ideas, reivindicaciones e incipientes sensibilidades. De todos modos, que nadie piense que se trata de una novela histórica ni nada por el estilo. Además, aunque La sombra de la ballena esté ambientada en el siglo pasado, está escrita pensando en este.

¿Pretende ser más que una clásica historia de género negro?

¡Sería suficiente halago si se quedara en eso! Pero es verdad que, además, he pretendido impregnarla de una esencia de fábula. Las fábulas tienen vocación de ser didácticas y ofrecer una moraleja, un ejemplo del que se puede aprender. En este caso, la moraleja es el resultado de una lucha entre valores opuestos.

A pesar de la reflexión que evidentemente subyace en la novela, usted asegura que ha sido más bien el resultado de un impulso.

Antes de comenzar, solo tenía una imagen en la mente: un hombre solitario que, apoyado en su coche, fuma un cigarrillo mientras contempla el mar. Es un lugar apartado, un acantilado, y él, un hombre corriente, un hombre que no es nadie ni lo quiere ser, un hombre que ha dejado atrás su juventud y sigue solo en la vida, un hombre apegado a su casa, una casa que está a punto de perder.

De nuevo aparece la familia, un tema recurrente en su obra.

La familia es el círculo donde creemos sentirnos seguros, y por eso tendemos a defenderla de forma más bien acrítica. Pero también puede ser un infierno del que no es posible escapar.

Y también las dependencias, en este caso, no solo el alcohol, sino también el juego.

El alcohol es una ruina suficientemente conocida. En este caso, le he añadido el juego, concretamente las apuestas de arrastre de piedra, no con bueyes, sino con caballos. Es uno los pilares sobre los que se asienta la trama.

¿Cada uno de nosotros tenemos realmente una ballena asignada?

Desde luego. La ballena es un momento crucial que, antes o después, llega a nuestra vida. Pero, tal y como en su momento le fue revelado a Edorta, no somos nosotros, sino ellas, las que nos eligen, y esperan y deciden el momento en que se dejan ver. Y unas veces será para bien y otras, para mal. Porque así es la vida.

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