Hitzezko txalupak – Alfonso Etxegarai
Aunque ya habías publicado anteriormente un libro, ¿quién te iba a decir hace unos pocos años que ibas a ser protagonista de una película, coautor de un libro de cartas…?
Decirme no sé. De alguna manera, me he embarcado en la historia por un camino de cierto protagonismo, quiera o no, aunque también podría llamarlo de otra manera, y la escritura o comunicación son parte de las herramientas que existen. Por otro lado, el haberme encontrado con Josu prueba que la “suerte” no siempre está contra nosotros.
Lo que no podría imaginarme, ni por asomo, es que tuviera a un periodista haciéndome esta pregunta. Como diría mi hermano cubano: “No es más que pura consecuencia lógica”.
Se nota que no eres dado a la vanidad, sino más bien reservado. ¿Cómo se llevan estos ejercicios, que exigen necesariamente cierto exhibicionismo?
Parece que está escrito en mi testa que soy reservado; pero también se dice que los vascos somos así.
Si confronto esa idea con la afirmación de “embarcar en la historia por un camino de cierto protagonismo”, como digo anteriormente, la leyenda de “reservado” se viene abajo. Soy reservado pero no me gusta estar excluido.
Confieso que me siento satisfecho por los libros y la película, claro, pero no lo veo como exhibicionismo. El hecho de que sean “ejercicios públicos” me enorgullece como debiera enorgullecer a alguien que “ha salido” y “es del pueblo”, y lo digo recordando a mi viejo camarada Odriozola y su sentido de “ser del pueblo”. Lo siento como una aportación compartida y algo positivo.
Dada tu lejanía impuesta, y la limitación que ello conlleva en tus relaciones, ¿te sientes suficientemente informado y conectado con la realidad vasca? No sólo las noticias, también la forma de ver las cosas de las nuevas generaciones.
El hecho de “estar lejos” me obliga a interesarme más profundamente, creo que se trata de eso, pero no estoy suficientemente informado ni “conectado” con la “realidad vasca”. Estoy más bien preocupado.
Y como estoy preocupado, la “lejanía” que tú dices se vuelve un desafío, como la escasez de agua para los que viven en el desierto. Con el tiempo he establecido algunos puentes para salvarla, la lejanía, y esos puentes me facilitan el seguimiento a las preocupaciones que se viven en nuestra tierra, su seguimiento pero no la participación. La “conexión”, como diría el camarada Odriozola, sería la participación en esas preocupaciones. Ahí no llego. La lejanía sólo me permite estar preocupado, voluntariosamente preocupado.
En cuanto a la “forma de ver las cosas de las nuevas generaciones” no creo que haya diferencias profundas, pues “las cosas” son las mismas: la libertad, la identidad, la creatividad, la justicia, el amor, los sueños de un mundo mejor, el desempleo, el abuso de los poderes… La juventud está dividida en esas cosas, como lo estaba en mi juventud, pero también lo están los adultos o los “viejos”. En todos los tiempos, la juventud ve esas cosas con más energías que los que estamos “usados”, y a veces sin ser comprendida totalmente. Esto siempre ha sido así. Mi único problema es saber si tenemos una juventud que sigue siendo capaz de seguir y crear códigos y cultura de comunidad vasca. Por la información que tengo, creo existe, y Josu hace parte de ella…
Es curiosa la mezcla de lenguas, que se da en el día a día pero no en los libros. ¿Cómo vives tú este tema?
Vivo en un mundo donde se hablan cotidianamente varias lenguas y, a veces, me siento como sin lengua propia. Al final me he dado cuenta de que me comunico en una lengua u otra según las personas o los temas. Aquí, en la isla, el euskera es la lengua de los secretos y de las manifestaciones de cariño, las que transmito casi siempre por teléfono a los amigos o íntimamente a mi compañera.
En cuanto a la mezcla de lenguas en libros creo que no es normal. En nuestro caso puede entenderse pues se trata de cartas, y las cartas uno las escribe sin pensar en libros ni casas editoriales. Particularmente yo me siento atrasado con nuestra lengua, como si estuviera en la niñez. Me recuerda a los niños que no han aprendido la lengua, que la entienden pero todavía no pueden comunicarse con ella, y sufren… Yo estoy un poco en esa situación. Las cartas de Josu las leía cariñosamente, cosa que no era difícil pues suponía un placer recibirlas, y luego las contestaba en la lengua que puedo escribir. Que en el libro aparezcamos con lenguas diferentes, la lengua del dominado y la lengua del dominador, es todavía un reflejo de nuestra realidad; en mi caso, de una contradicción no resuelta.
Tu estilo es sobrio pero certero; sin florituras pero expresivo. ¿Te gusta la escritura? ¿Qué sensaciones te ha provocado el proceso de este libro?
Sí, sí, me gusta la escritura. Escribir es algo que debo a mi militancia y a mi compañera. Me gusta la escritura como contador, no como escritor, aunque pueda parecer algo raro. Me gusta la escritura como un acto de comunicación y de supervivencia. Los pueblos que escriben no mueren, y eso también es válido para las personas.
Lo que llamas el “proceso de este libro” es una lección más de cómo se puede colaborar en un proyecto estando en diferentes continentes, Europa, Asia y Africa. Este es un libro de autores. Yo lo he vivido así y con ilusión, de verdad: a veces desde la terraza del Papafigo, en medio de ruidos de bar; otras veces colgado al teléfono, en mi apartamento de destierro; a menudo, robando tiempo a mi patrón…Siempre con esta impresión de estar juntos y solidarios.
Una particularidad de la obra está en la interacción entre sus autores: por una parte se nota en cada línea el cariño y la admiración mutuos, pero por otra sois tan distintos…
Claro, claro que hay una interacción. No veo que la interacción, por otro lado, tenga que ser entre iguales. Que seamos “distintos”, tan distintos como apuntas, le da más perfiles a nuestra relación. Yo no sólo tengo cariño por Josu, además tengo confianza. No hay mejor argamasa que el cariño y la confianza, porque son prueba de que hay una consciencia compartida de las cosas.
Somos distintos porque cada uno es un individuo que ha nacido en un barrio diferente, en una fecha diferente, en una familia diferente… Pero los dos somos del Atlhetic. Somos individuales, claro, pero, interpretando a Sarrionandia, diría que con nuestra individualidad pertenecemos a la misma comunidad. O sea que tenemos mucho en común, a pesar de no ser iguales. Esta interacción ha sido pues como un juego en el que los jugadores confían uno en el otro, se conocen aunque no digan todo lo que sienten, especialmente porque la comunidad a la que pertenecen sigue objeto de dominación.
Además del día a día de los autores y sus reflexiones, el epistolario recoge una especie de crónica del año transcurrido. ¿Qué acontecimientos te han parecido especialmente reseñables?
Yo creo que el lector lo va a descubrir. Sin embargo, hay un acontecimiento que está cubierto con claves y quizá no se entienda bien. Me estoy refiriendo al anuncio de alto el fuego de ETA, en enero. Yo lo mezclo con otros aniversarios y lo disfrazo con la idea de morir y nacer. En Euskal Herria será uno de los acontecimientos más importantes del siglo.
No te vamos a pedir que hables de ti, pero ¿cómo ves a ese chaval de Santutxu llamado Josu Martinez?
Si Josu fuera jugador de futbol, que gracias a Marí no es, diría que le veo mal. Pero yo tampoco soy seleccionador de nuestra selección. Quitando eso, yo le veo como un joven vasco que trata de que nuestra historia no le caiga encima como una manada de caballos desbocada. Creo que se ha dado cuenta de que no vamos a buscar la historia; que ésta es tan fuerte que nos atropella y, si no nos disponemos a recibirla, nos puede llevar con sus dramas al camino del desespero. Veo a Josu como un mal jugador de futbol que tiene gran porvenir en la cultura, y que, como es del Atlhetic, siempre será la cultura del pueblo, de su pueblo.
Por otra parte, la obra tiene un tercer protagonista estelar: Kristiane Etxaluz…
Sí, sí. Yo diría que esta historia, contada por cartas, tiene otra persona en el centro, esa persona que yo llamo Marí y que tú haces bien en recordarme que se llama Kristiane Etxaluz. La obra, lo que llamas “la obra”, tiene además otro protagonista, Alain, y otro, Xabier, y otro…
Para entenderlo todo, o sea algo más que lo de “la obra”: por qué escribo; por qué “Sagarren Denbora”; por qué me he encontrado con Josu; por qué este aspecto artístico o de cultureta en un plentziarra que apenas aspiraba a gudari, como su aitxitxe… para entenderlo todo, digo, es necesario reconocer la presencia de Kristiane Etxaluz. Ella no es sólo una parte importante de este libro, lo que llamas “protagonista estelar”, sino que es la fuente de la cual van saliendo riachuelos que transportan proyectos de comunicación. Los que leerán su colaboración apenas verán una pequeña parte de lo que ella ha dado para esta “obra”.