Almudena Grandes: “No es lo mismo estar en libertad que ser libre”

La madre de Frankenstein, publicado por Tusquets,  es la nueva novela de Almudena Grandes, incluida en su galdosiana serie “Episodios de una Guerra Interminable”.  Los protagonistas de esta historia son Germán, un joven psiquiatra, María Castejón, una mujer que perdió a su madre en la masacre que se produjo en la carretera entre Málaga y Almería, y Aurora, un personaje real que parece ficticio. Grandes, Premio Nacional de Narrativa 2018, confiesa que ha escrito este libro en memoria de todas aquellas mujeres que pasaron por infinidad de dificultades en la desesperanzada década de los cincuenta.

La historia de Aurora Rodríguez Carballeira parece increíble. ¿Le ha costado recrear un personaje tan complejo?

Yo llevaba treinta años dándole vueltas al personaje, desde que   descubrí su historia clínica en un libro de Guillermo Rendueles. Era difícil meterse en la mente de una paranoica, porque además su voz en el libro es su pensamiento, ella no habla, solo piensa, y yo he procurado ajustarme a sus delirios. Las piezas de Aurora en el libro están construidas con información real del personaje. Era difícil, pero también, un reto y oportunidad, y ha merecido la pena.

Recurrir a la eugenesia para defender los principios del socialismo y los derechos de las mujeres parece algo contradictorio y disparatado, pero esa era la convicción de Aurora.

En los años treinta, la eugenesia era una ideología radicalmente transversal; había eugenesistas de derechas, de izquierda, de extrema derecha y de extrema izquierda. Y todos perseguían el mismo fin teórico, que era la felicidad de la humanidad y la mejoría de las condiciones del género humano. Aurora lo enfocaba hacia la dignificación de la vida de las mujeres, es decir, la eugenesia servía para eliminar hijos que nacieran con alguna deficiencia o con algún problema que obligara a las madres a estar siempre pendiente de ellos; también le preocupaban las condiciones del parto… La eugenesia que ella defendía perseguía esa dignificación de la vida de las mujeres, pero frente a ese concepto de eugenesia, en el libro se ve cómo los fascismos desarrollaron un concepto de eugenesia que tenía que ver con la raza. Es verdad que Aurora justificaba muchas cosas, la esterilización de las deficientes mentales, por ejemplo, y otras medidas que ahora nos parecen muy alejadas del feminismo y del progresismo.

La novela entraña una reflexión sobre la libertad: las personas libres no son manipulables.

Hay un concepto que es muy importante: diferenciar entre estar en libertad y ser libre. En España, durante la dictadura, había mucha gente que estaba en libertad, pero no era libre, y al contrario, gente libre que no estaba en libertad. Esa era la realidad de las dictaduras.

Los años cincuenta fueron duros y oscuros en general, pero las mujeres trabajadoras sufrieron especialmente.

Los años cincuenta fueron muy duros porque no había esperanza; en los cuarenta se dio una represión bestial, y fueron muy duros también,  pero los demócratas estaban convencidos de que habría una intervención extranjera en España; en los cincuenta ya se sabía que Franco iba a durar, que nadie lo iba a quitar del poder. Y todavía no había nacido una nueva oposición que en los sesenta entroncó ya con la transición. Fue una época de estancamiento total, la de los cincuenta, en la que  floreció el nacionalcatolicismo, que realmente no es una ideología completa sino una especie de sistema ideológico de ocasión. España se convierte en un país en el que todo es pecado y en el que todos los pecados son delito, y la vida de la gente normal, de los hombres, pero especialmente de las mujeres, se convierte en algo muy difícil porque todo es pecaminoso, todo es escandaloso. El Estado tenía la capacidad de intervenir en la vida privada de la gente y de coartar la espontaneidad y la alegría, de hacer difíciles pequeños gestos que tienen mucho que ver con la felicidad del ser humano

¿Se pueden heredar las culpas de los padres? No sé si en esto hemos mejorado mucho.

En aquella época, la reputación de una persona dependía de la reputación de sus mayores. Y yo creo que en ese sentido si hemos mejorado: los hijos de los ricos siguen teniendo  las cosas más fáciles, pero ya ha desaparecido el estigma del nacimiento que durante el franquismo hizo tan duras las vidas de tantas personas.

El manicomio de mujeres de Ciempozuelos, donde Germán se reencuentra con Aurora, ilustra bien las desigualdades insalvables de la época, y lo poco que importaba la dignidad de las personas, de algunas personas, claro.

A mí me parecía que contar esos años tan terribles desde un manicomio de mujeres era como contar desde el margen del margen porque las habitantes de mi novela son las últimas de la fila, las personas que no le importan a nadie, en primer lugar porque son mujeres y en segundo, porque son enfermas mentales, Así, el manicomio se convierte en un microcosmos que lo que hace es condensar la atmosfera que se respira en el macrocosmos, en el mundo exterior.

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