Un tal Salvo Montalbano
Andrea Camilleri tenía 69 años cuando alcanzó el éxito tras la publicación de La forma del agua, protagonizada por un tal Salvo Montalbano, un comisario de policía que trabajaba en una localidad llamada Vigàta, trasunto de Porto Empedocle, localidad natal de este autor siciliano. Sería la primera de muchas novelas protagonizadas por este inspector sagaz y culto al que Camilleri ha dado vida con inteligencia y un saludable sentido del humor a lo largo de las dos últimas décadas. La relación entre escritor y personaje resultó estable, pero, es sabido, el tiempo lo desgasta todo: “A veces veo a Montalbano como a alguien que me chantajea, del que no me puedo liberar”, sentenció hace unos años. El balance de la relación es, en cualquier caso, extraordinario. Camilleri es el escritor que más libros vende de Italia. Montalbano es casi un héroe nacional. Los lectores lo sienten como algo suyo y Camilleri reconoce que si comenzó a vender por miles sus ejemplares fue “porque la gente se telefoneaba y, como se aconseja una película, se aconsejaba mis libros.”
Pero volvamos ahora al comienzo de esta larga historia. Andrea Camilleri nació en 1925 y antes de iniciar su carrera literaria se dedicó durante más de cuarenta años al guión y la dirección teatral y televisiva. Cuando bautizó al personaje que le cambiaría la vida quiso rendir homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, creador de Pepe Carvalho. El inolvidable escritor catalán ya fallecido y el italiano coincidieron, entre otras cosas, en su adhesión al género negro y a las convicciones políticas de izquierdas. Carvalho y Montalbano, a su vez, también guardan más de una similitud, por ejemplo, el gusto por el buen comer.
En  el  caso  de  las  novelas  de  Montalbano,  la  mafia,  de  alguna  manera,  está  siempre  presente,  aunque  no  suele  ocupar  el  primer  plano  de  la  narración.  Los  celos,  el  chantaje,  la  venganza,  el  tráfico  de  emigrantes,  la  prostitución,  las  corruptelas  de  los  políticos  o  los  tinglados  urbanísticos  son,  entre  otros,  los  perversos  motores  que  definen  los  argumentos  de  las  sucesivas  entregas.  “Todo  lo  que  respecta
a  la  serie  de  Montalbano  está  tomado  de  la  crónica  de  sucesos  de  los  periódicos,  aunque  yo  lo  cambio  de  un  modo  tal  que  luego  es  difícil  identificar  de  qué  hechos  reales  está  tomada  la  historia”,  explica  el  propio  Camilleri.  La  realidad  resuena  también  en  su  lenguaje,  eco  de  las  calles.  Mezcla  del  italiano  con  el  dialecto  siciliano,  otorga  un  color  singular  a  su  narrativa  y  algún  que  otro  quebradero  de  cabeza  a  sus  traductores.
Recientemente, Montalbano ha vuelto a desembarcar en las librerías con La búsqueda del tesoro, una novela en las que Camilleri retrata la dureza y la sordidez que, a veces, entrañan la vejez y la soledad. La preocupación por el paso del tiempo no solo quedará patente a través de la trama de la novela; el propio Salvo –ya se ha mostrado así en alguna otra entrega- se sentirá algo abatido por la edad y por sus secuelas físicas e intelectuales. Parece que los años no perdonan ni a los personajes de papel.
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Enhorabuena por el artículo. Montalbano es un personaje muy original, con dos características que le hacen único: envejece al ritmo de sus lectores y lee al escritor del que procede su nombre. Me gustaría invitar a vuestros lectores a leer los dos artículos que le dedico en mi blog:
‘Montalbano lee’ http://bit.ly/18ClFp3
y Montalbano² http://bit.ly/ZPpsZO
Un cordial saludo