Alejandro Fernández: “Deja sin sitio a un hombre de 45 años que es bueno en lo suyo, y verás cómo lo destruyes”


Lucio Egaña, 40 años, representante de sastrería, esposo y padre de un hijo. Esas son las principales señas de identidad del protagonista de 
Un viajante, a primera vista, un hombre corriente. Sin embargo, ¿quien es en realidad Lucio Egaña?

En gran parte, soy yo. No he escrito mucho como para establecer una costumbre, pero el protagonista de mis historias suele ser una versión mejorada de mí mismo. La verdad es que no tengo una gran imaginación ni demasiada memoria, así que tiendo a escribir de las cosas básicas que han dejado huella en mi vida. Primero busco la historia de una forma casi artificial, algo interesante y entretenido que le pase a alguien, y cuando sé como empieza y cómo acaba esa historia, me dejo llevar. Cuando tengo ese cajón, pongo ahí mis cosas. Pero la historia es lo de menos, es sólo la herramienta para contar lo que siento, el excipiente donde incorporo mi intimidad. Supongo que escribo para sanarme. Y que dejaré de hacerlo cuando no tenga más cosas personales que contar.

¿De dónde, de qué, de quién surge la inspiración para escribir esta historia?

La idea me la dio Alvaro Gurrea, mi profesor de publicidad en la Universidad. Le conté algo de mi padre y de cómo los hombres convencidos y entusiastas de su época le comieron el terreno, y él acabó, por esa razón y por otras, alcohólico y derrotado. Gurrea me dijo al poco que me dejara de aventuras de insectos y escribiera historias de verdad. Como eso que me contaste de tu padre, me dijo. Y un día me puse. Fue uno de esos días malos de la oficina, en los que cualquier analfabeto con estudios empresariales y con dinero te dice sin ningún respeto lo que tienes que escribir, y descubrí la extraordinaria conexión entre la vida de mi padre y la mía. Los dos debilitados por el orgullo y el entorno, los dos luchando por mantener el respeto por nosotros mismos y por el trabajo que realizamos, los dos sufriendo los abusos y las arbitrariedades de dos oficios en franca decadencia. Y entonces no es que me pusiera a escribir este libro, es que me lo hice encima.

Con el Bilbao de los años setenta de trasfondo, la novela narra el final de un oficio y la encrucijada vital en la que se encuentra su protagonista, que ve que su mundo se derrumba. ¿Es trasladable esta historia a la actualidad?

Mi padre era representante de la industria textil, iba de sastrería en sastrería vendiendo todo lo que hacía falta para hacer un traje a medida. Un oficio que heredó de su padre, mi abuelo, al que le fue genial. Creo que mi abuelo fue una de las primeras personas en tener coche en Bilbao. Entonces llegan los grandes almacenes y los trajes pret-a-portet, y a mi padre se le cae el mundo. Una historia muy actual, verdad. Tú deja sin sitio a un hombre de 45 años que es bueno en lo suyo, y verás cómo lo destruyes. Dile que no es un hombre de verdad, que nunca más podrá sacar a su familia adelante. Y si eso es duro hoy, imagínate a finales de los setenta, cuando todo el mundo parecía prosperar y no había televisión todo el santo día para pasar el rato.

El amor es otro elemento muy presente en esta novela, ¿es el amor una herramienta de salvación, de redención?

A veces creo que lo mejor de mis libros son mis citas. Y que lo que trato de expresar durante los meses que tardo en escribir un libro apenas puede igualar la significación de las citas que los anteceden. La que he puesto de Julian Green, lo de que el amor es la única cosa verdadera, y todo lo demás es la nada, un espacio vacío, nos asomamos al inmenso abismo negro, y tenemos miedo, es excepcional. Y es la verdad. Yo así lo creo. Como le dice Raza a Burt Lancaster en Los profesionales: “Sin amor, sin una causa, no somos nada”.

Esta es tu primera novela publicada, ¿cómo has vivido la experiencia?

Muchas casas de Bilbao tienen en la entrada la figura protectora de la Virgen de Begoña. Yo tengo encargada una con la efigie de mi editora, esa santa mujer. Con 70.000 libros publicados al año, que alguien apoye a un desconocido como yo es un acto de resistencia y una heroicidad que recordaré siempre con agradecimiento, así en el cielo como en la tierra. Estuve firmando en Durango y es realmente emocionante que una persona coja tu libro, lo ojee y se lo lleve. Cuando un editor te publica una novela, te hace cientos de regalos, uno por cada persona que te lee.

¿Qué me puedes decir de la portada, diseñada por Elena Odriozola?

Es genial. Le pedí que la hiciera, y accedió. En parte porque le gustó el texto, en parte porque fuimos pareja cinco años, y tengo enchufe con ella. Expresa maravillosamente el vacío de Lucio Egaña, su vida fría y desangelada. El detalle de la maleta es estupendo. El viajante está a punto de derrumbarse, pero aún no lo sabe.

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