Ascensión Badiola: “El libro no refleja sino una mínima parte de la represión que los franquistas desataron tras la caída de Bilbao”
La publicación por parte de Ascensión Badiola Ariztimuño de Cárceles y campos de concentración en Bizkaia (1937-1940), trabajo pionero sobre la represión franquista en los años inmediatamente posteriores a la toma de Bilbao, ha suscitado un notable interés. Así ha quedado de manifiesto en la reciente Feria de Bilbao y también en la primera presentación abierta al público de la obra, que tuvo lugar ayer en la librería Elkar, en la que se dieron cita medio centenar de personas.
“Lo que refleja el libro –advirtió Badiola– no es más que una mínima parte de lo que ocurrió. Es verdad que incluye listas con los nombres y apellidos de más de 9.000 represaliados, pero esa cifra, con ser espectacular, no se acerca ni de lejos a la real, no puede considerarse siquiera como orientativa. De hecho, me llegué a plantear si debía incluir esas listas o no, porque podían inducir a error sobre la verdadera magnitud de la represión. Al final, opté por hacerlo, aunque sólo fuera como forma de expresar que detrás de esas cifras espectaculares había personas, personas concretas, con nombres y apellidos”.
Badiola explicó que, cuando se encontraba investigando en archivos militares de cara a elaborar su tesis doctoral, se topó con informaciones sobre la represión que llamaron su atención. “Por una parte, constaté que en Bizkaia apenas había bibliografía al respecto y, por otra, que la gente de mi entorno, sobre todo la gente más joven, lógicamente, no tenía ni idea sobre algunos hechos básicos, como, por ejemplo, que la Universidad de Deusto albergó un campo de concentración. Por eso me decidí a escribir un libro, un libro documentado con rigor, pero, a la vez, sintético, y cuya lectura no aburriera; en definitiva, un libro no sólo para especialistas, sino para un público amplio”.
El libro arranca con el Pacto de Santoña, que condujo a que el grueso de los integrantes del ejército de Euzkadi ingresara en El Dueso y otras prisiones cántabras. Continúa con los consejos de guerra y traslados a las cárceles bilbaínas, particularmente a la de Larrinaga, que funcionó como auténtico centro de ejecución. Y termina con un estudio sobre los campos de concentración que existieron en Bizkaia, el de Deusto y el de Orduña, de donde salió la mano de obra esclava que alimentó los batallones de trabajadores.
Para reconstruir cuál fue la situación desde la rendición de Santoña hasta que los pelotones de ejecución empezaron a funcionar a destajo en Larrinaga, Badiola se ha servido en buena medida de cartas escritas por los propios presos. “No se trata –subrayó la autora– de testimonios a posteriori, deformados por el paso del tiempo, sino de testimonios de primerísima mano, que nos hablan en tiempo real de cuáles eran sus lamentables condiciones de vida, sus esperanzas y sentimientos”. Las condiciones de vida, esperanzas y sentimientos de personas que, en muchos casos, serían ejecutadas al amanecer. “Sólo en el período estudiado, fueron fusiladas o agarrotadas cerca de 600”, corroboró Badiola, que ha incluido en el libro los nombres y apellidos de cada una de ellas, así como algunas de sus circunstancias particulares, como afiliación política u origen de la denuncia que pesó contra ellas.
La parte dedicada al funcionamiento de los campos de concentración es, quizá, particularmente novedosa. “La diferencia entre los internos en las cárceles y los internos en los campos de concentración era que los primeros habían sido sometidos a consejo de guerra y condenados, mientras que los segundos no habían sido sometidos a juicio alguno. Éstos debían solicitar al alcalde, al párroco y al jefe de Falange de su pueblo que enviasen informes avalando su adhesión al Movimiento. Si los informes eran positivos, eran liberados o, si estaban en edad militar, quedaban a disposición de las cajas de reclutamiento, donde eran enrolados y enviados al frente. Si los informes eran negativos o, simplemente, no había informes, los presos quedaban internados en el campo de concentración y, a la postre, terminaban integrando los batallones de trabajadores, la mano de obra esclava que, en el caso de Bizkaia, el franquismo empleó en obras como la construcción del aeropuerto de Sondika, en la explotación de las minas de Gallarta o en las industrias militarizadas”.
A la presentación del libro le siguió un animado coloquio con el público, en el que hubo quien evocó la figura del capellán de Larrinaga, pistola al cinto, o dio cuenta de lazos de solidaridad entre catalanes y bilbaínos (muchos de los ingresados en Deusto procedían del Principat). Hubo acuerdo total a la hora de reivindicar la necesidad de que se preserve y difunda la memoria de aquellos hechos.
Badiola reiteró que es mucho lo que queda por investigar y reveló que ella misma ha decidido dedicar su tesis doctoral a profundizar en el tema. Al respecto, Luis Jimenez de Aberasturi, fundador de Txertoa y que ayer actuó como presentador, la animó a perseverar en su intento, y no sólo en el caso de Bizkaia, sino también en los de Gipuzkoa y Álava (recordó que en Navarra hace ya unos años que cuentan con un trabajo de este tipo). Jimenez de Aberasturi, gran estudioso de la Guerra Civil, sobre la que ha escrito varias obras, dijo más: “No sólo le agradezco que haya escrito un libro sobre un tema que era imprescindible abordar desde hace ya mucho tiempo, sino que la felicito por haber sido capaz de hacerlo de una forma neutral, algo que a mí me hubiese costado muchísimo, porque, cuando uno empieza a conocer algunos hechos, parece inevitable que se le revuelvan las tripas. Usted, sin embargo, ha sido capaz de mantener el pulso, lo que habla muy bien de su condición de historiadora”, concluyó.
Zuzeneko irudiak:
Ascensión Badiola idazlearen beraren azalpenak.
Luis Jiménez de Aberasturi editoreraen hitzak elizaren partaidetzaz.