Ascensión Badiola: “He pretendido dar voz a Juana, para facilitar que su impresionante historia salga a la luz”

Ascensión Badiola acaba de publicar La decisión de Juana Mir, obra con la que en septiembre pasado se alzó con el Premio Ramiro Pinilla de novela corta. La obra pone al alcance de un público amplio la figura de una periodista pionera cuya vida, como tantas otras, se vio truncada por la Guerra. La de Juana Mir (Pamplona, 1893 – Bilbao, 1937) es una de esas historias que siempre merecerán ser contadas, y Badiola lo hace con plena solvencia.

¿Quién fue Juana Mir?

Fue una periodista que, durante la República, trabajó en el diario independiente bilbaíno La Tarde. A partir de 1936, fue la titular de la columna “La mujer escribe”, desde la que denunció la crueldad del ejército sublevado y, particularmente, la responsabilidad de la aviación alemana en el bombardeo de Gernika, que Franco negó. Tras la caída de Bilbao, fue detenida y sometida a consejo de guerra. Fue una pionera, pues en aquella época pocas eras las mujeres periodistas. Pero sobre todo diría de ella que fue una mujer muy valiente que llevó adelante sus convicciones hasta sus últimas consecuencias.

¿Hasta qué punto es un personaje reconocido o, al menos, conocido?

Cuando yo localicé su nombre en el Archivo Histórico Provincial de Bizkaia en 2010, entre miles de expedientes carcelarios de la época, era una persona completamente anónima. Para saber de ella, tuve que hurgar en los archivos, en revistas antiguas, como Euskalerriaren alde, donde publicó varios cuentos de corte costumbrista, e incluso hice de detective, sin éxito, para intentar localizar a algún sobrino o sobrina. El silencio de 80 años se había comido su nombre, como el de tantos otros, incluidos Melchor Jaureguizar y Edilberto de Estella, colegas de Juana en La Tarde que corrieron su misma suerte.

Sin embargo, en Bilbao se habló incluso de ponerle su nombre a una calle…

Es verdad que, cuando presenté su caso en un simposio, a alguien se le ocurrió proponer al Ayuntamiento bautizar alguna calle con el nombre de Juana Mir, pero la idea no prosperó.

¿Y en Navarra? Al fin y al cabo, esta mujer había nacido en Pamplona.

No es solo que fuera de origen navarro sino que no dejó de ser navarra nunca. Era hija de Octavio Mir Mata y Victoria García Lacarra. Su padre, también periodista, era redactor de El Eco de Navarra cuando, en 1910, recibió una oferta para integrarse en El Pueblo Vasco de Bilbao. Antes había pasado por otros medios, entre ellos, El Correo Vasco, de Luis y Sabino Arana, del que había sido director junto con Pedro Torrontegui. La oferta de El Pueblo Vasco hizo que se trasladara a Bilbao con toda la familia. A pesar de haber mudado de residencia cuando aún era muy joven, Juana nunca perdió su esencia navarra. Prueba de ello es que participaba en las actividades del Ateneo Navarro, en la Casa Navarra o en el Ropero Navarro. Incluso en La Tarde estaba rodeada de compañeros navarros, alguno de los cuales corrió su misma suerte. A pesar de ello, es lógico que, del mismo modo en que en Bilbao es una desconocida, lo sea también en Pamplona, si tenemos en cuenta que durante décadas apenas se ha hablado de lo ocurrido durante la Guerra y es en los últimos tiempos cuando los investigadores hemos ido removiendo un poco el polvo.

Usted es precisamente doctora en Historia, especialista en la represión en Bizkaia durante los primeros años del franquismo. En ese sentido, ha publicado libros como Cárceles y campos de concentración en Bizkaia o, el más reciente, Individuas peligrosas, sobre la cárcel para mujeres que hubo en Amorebieta. Tras La decisión de Juana Mir, está claro que hay una importante labor investigadora. Por tanto, podía haber escrito usted un ensayo histórico, como en otras ocasiones. Sin embargo, ha optado por la literatura para profundizar en este personaje. ¿Por qué?

Yo soy economista, soy también doctora en Historia, pero, sobre todo, soy o pretendo ser novelista [Ascensión Badiola tiene en su haber las novelas La ría de los afrancesados, La bala que mató al general y Martina guerrillera]. Mi condición de investigadora de la Historia me ayudó a encontrar a Juana entre los expedientes de la cárcel de Larrinaga (bueno, en realidad, la encontró mi marido y compañero de fatigas). Después, obtuve la documentación sobre su consejo de guerra en el Archivo Intermedio Militar Noroeste de El Ferrol, en la que se indican con títulos y fechas los artículos periodísticos por los que la procesaron, que he incluido al final de la novela, como anexo. Lo que le pasó a Juana me impresionó tanto que sabía que tenía que escribir sobre ella de alguna forma. Empecé redactando artículos para la enciclopedia Auñamendi y para el suplemento “Historia de los vascos” de Deia, luego la presenté en el simposio al que antes he hecho referencia y la cité en varias conferencias. Pero no era suficiente; Juana seguía siendo desconocida. Así que pensé que meterme en su cabeza y escribir una novela que le diese voz y le aportase cercanía era el modo ideal de que saliese a la luz. A mí me gusta muchísimo el teatro y, en cierto modo, hice como hacen los actores: me fui hasta su portal de la calle Euskalduna, recorrí las calles que ella recorrió y leí muchísimo para empaparme de su ambiente, y, así, ponerme en su lugar y tratar de comprender por qué tomó la decisión que tomó. Una biografía o un ensayo habrían sido demasiado fríos; había que poner color, intimidad, intriga y emoción a su relato.

Y parece que ha acertado, porque ha obtenido el Premio Ramiro Pinilla.

La gente que me rodea me había insistido en más de una ocasión en que debía presentarme a algún premio. Yo no había hecho mucho caso, porque escribo lo que me apetece, sin más. Pero el Ramiro Pinilla me llamó la atención, por varias razones, entre ellas, que había leído Llamadme Zula (Txertoa, 2018), la novela con la que Fernando Palazuelos ganó la primera edición. Palazuelos es un autor del que he leído todos sus libros y a quien admiro muchísimo, y me sentí muy en sintonía. No hace falta decir que, cuando en septiembre me llamaron para comunicarme que había sido la ganadora, me alegré muchísimo, y me alegré sobre todo por Juana Mir. En realidad, y puede creerme cuando le digo que no se trata de falsa modestia, yo habré plasmado la historia de Juana con palabras más o menos acertadas, pero no tengo la menor duda de que ha sido la propia historia la que ha dejado impresionado al jurado.

El Ramiro Pinilla está dedicado a la novela corta y, a pesar de ello, a usted le da incluso para recrear el Bilbao de la época.

Sí, los bombardeos, el racionamiento, los asaltos a las cárceles para linchar a los prisioneros de derechas, la entrada del ejército de ocupación en Bilbao… Esto lo he hecho un poco en homenaje a mis familiares, que vivieron todo aquel dolor, e incluso, con alguna leve pincelada, les he permitido moverse por las calles de la novela, aunque solo como figurantes.

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