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David Trueba (Madrid, 1969) cuenta muchas cosas en Tierra de Campos (Anagrama, 2017). Narra la carrera de Dani Mosca, un músico forjado en el Madrid de los 80, que forma una familia en Japón y conoce la fama. Relata la historia de cómo ese mismo hombre viaja en un coche fúnebre recostado junto al cadáver de su padre, para devolverlo al pueblo que lo vio nacer. Pero, por encima de todo, habla sobre las contradicciones que habitan en el ser humano, y sobre lo mágica que es la aventura de vivir.

Tierra de Campos es un gran nombre para una gran novela. En alguna entrevista ha contado que lo primero ha sido el título, y después todo lo demás. ¿Tenía tan claro que iba a titular el libro así? ¿Por qué?

No, eso es un malentendido. Lo que sucede es que no comienzo a redactar la novela, ninguna novela, sin tener antes el título. Pero cuando comienzo la redacción llevo meses, a veces años, construyendo la novela, estructurándola y pensando los personajes. Lo que no arranco es a escribir sin título, para mí es definitorio, es como saber definitivamente hacia donde viajo. Me encanta que te guste el título, porque cuando dejé leer la novela por primera vez todo el mundo me dijo que no era un título comercial, que sonaba a cosa antigua. Y eso me excitó, me dije a mí mismo, pues no lo cambio y a pelear por él.

En la novela narra el transcurso de más de 40 años. Mucho tiempo, varias generaciones… ¿Cómo ha sido el proceso de escribirlo?

Eso era precisamente lo que más complicaba la estructura, porque yo quería que fuera fluida, que no fuera farragosa, que contar 40 años de una vida no fuera algo ordenado y cronológico, sino que supusiera un reto narrativo, porque a veces en una sola frase viajas quince años atrás, veinte adelante y vuelves al día presente. Además, así ponía en práctica directa lo que dice la novela al comenzar, el juego de la anticipación: decir lo que va a suceder, pero luego explicar el proceso para llegar hasta allí. Esto lo hago varias veces en la novela, como un símbolo de la vida en general.

¿Está contento con el resultado?

Muy contento. Suelo ser una persona muy fatalista, con un enorme horror autocrítico dentro de mí, pero lo único que puedo hacer para vencer mis resistencias es trabajar, esforzarme y pensar que cuando pongo el punto final he construido la novela que deseaba. Antes, todo son dudas y miedos.

Habla de muchas cosas esenciales. De la vida, de la muerte. De la necesidad de pertenecer a un lugar, y también de la necesidad de no pertenecer a ninguno. De las raíces y el desapego. “No naces bajo un cálculo, sino en una cascada de accidentes y azares, lo que debería ayudarnos a vivir con mayor levedad, y no lo contrario. Las raíces se convierten en algo primario, porque nos atornillan al mundo. Pero las raíces no dejan volar”

Esa es otra de las grandes contradicciones del ser humano. Necesitamos sentir el suelo debajo de nosotros, pero la vida está en el aire. Me encanta la gente que viaja al origen para tomar fuerza, para volar, no aquellos que convierten los orígenes en la esencia de su vida, en su diferencia, en su superioridad. De ahí que la novela hable de esos asuntos y el protagonista se pregunte si de verdad puede seguir fingiendo que su origen es el origen de su padre.

Estoy redactando las preguntas mientras escucho su playlist “Tierra de Campos” en Spotify. ¿Hasta qué punto es importante la música en la vida de David Trueba?

Tiene mucha importancia, porque he tenido amigos en ella y admiro lo que logran, lo que consigue una melodía, la fuerza de la música para sugerir, para permanecer entre las emociones de una persona. Los envidio. En mi vida la música es fundamental, tanto como el cine o la literatura.

¿Cuánto hay de David Trueba en Dani Mosca?

Lo suficiente para ayudar a componer un personaje de verdad, complejo, al que le puedas añadir elementos de otros, sensaciones distintas, emociones y una peripecia propia. Se trata de partir de un suelo real hasta crear un personaje que vive por sí solo, el gran reto de una novela.

El protagonista pasa una importante etapa de su vida en Tokio, allí conoce a la madre de sus hijos. ¿Qué le atrae de Japón?

La rarísima honestidad. Viniendo de España cuesta entender que la gente sea ordenada, sumisa, honrada. Es un contraste brutal con la pillería, la picaresca… y de ahí el interés en conjugar ambas cosas en el libro.

¿Cómo así el cameo de Serrat?

Se trata de asentar la ficción sobre territorios reales, su aparición viene solo a conceder un espacio de verosimilitud al personaje principal. Lo que cuenta me lo ha contado a mí y no invade jamás áreas de la vida privada, que respetaré siempre en alguien que es una persona real y por lo tanto jamás puedes llegar a conocer del todo.

Jairo es un personaje fabuloso, y muy pintoresco también. Como Animal. ¿Los considera necesarios para el transcurso de la trama?

Indispensables. Dani Mosca es alguien cargado de ideales e introspección, así que nada mejor que enfrentarle a personajes mucho más realistas y contundentes. El libro viene a contar que necesitamos esos dos impulsos dentro de nosotros, constantemente.

¿Por qué escribe David Trueba?

Porque me hago preguntas y no se me ocurre un mejor medio para tratar de contestarlas y porque me gusta comunicar con la gente todo aquello que me parece que merece la pena de ser observado.

¿Cuál es la satisfacción que encuentra al escribir novelas? ¿Es muy diferente a la de hacer películas?

No, es más o menos idéntica. Consiste en amputarte una parte de tu yo íntimo y compartirlo con los demás. Es una experiencia que tiene algo de antropofagia y que me parece que se remonta al inicio del cuento, del placer de contar y escuchar.

¿Podría dedicarse a otra cosa?

Sí, supongo que la vida me habría llevado a consolarme con otros trabajos de los que finalmente habría obtenido también un placer, seguro. No sé trabajar de otra manera. Creo que es importante incorporar lo que haces a tu vida, forma parte intrínseca de tu modo de ser.

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