Elsa Punset: “Cultivar el optimismo requiere una decisión consciente”

Elsa Punset, licenciada en Filosofía y Letras, máster en Humanidades, Periodismo y Educación Secundaria, llevaba casi tres años trabajando en este libro que en su proyecto inicial ya giraba en torno a los retos que supone vivir en un planeta estresado. “Y es que -dice-, como a tantos, me preocupa profundamente que llevemos décadas anclados en una forma de vivir que no es sostenible ni justa, ni en lo personal ni en lo colectivo.” La pandemia, sostiene Elsa Punset, ha precipitado e intensificado esta reflexión y la ha convertido en algo mucho menos utópico y aún más urgente. “Así que he facilitado propuestas concretas y prácticas al lector para que pueda profundizar y participar en los grandes cambios, y oportunidades, en los que estamos inmersos”, explica.

Frente a quienes se muestran más pesimistas, usted defiende que estamos ante una oportunidad valiosa para reinventarnos. ¿En qué basa su optimismo?

Mírelo así: si hubiera podido elegir, ¿en qué época le hubiese gustado nacer? ¿En el antiguo Egipto? ¿En el Imperio romano? ¿En la Edad Media, o en el Renacimiento? ¿En la época victoriana del siglo XIX? ¿En los felices años veinte del siglo XX? ¿O bien ahora, en el siglo XXI? ¿Y si fuese una mujer? ¿Un inmigrante? ¿Una persona homosexual? ¿Una persona con una enfermedad o una discapacidad?

Si la respuesta es, una y otra vez, que elige el siglo XXI… es porque intuitivamente sabemos que estamos viviendo en una época extraordinaria. Nunca hemos tenido las oportunidades, el conocimiento y la tecnología para aprender, convencer y escuchar, para no dejar a nadie atrás, sin ignorar, apartar, despreciar o desconocer.

Hace propuestas concretas para desarrollar, precisamente, el optimismo inteligente. ¿Podría adelantarnos una de esas propuestas?

Los optimistas suelen disfrutar de más éxito, mejores relaciones, menores tasas de depresión, mejores ingresos, mejor salud física y más longevidad que los pesimistas.  Así que… ¿cuál es el secreto de los optimistas? ¿Cuáles son los hábitos, los pensamientos y los comportamientos de esas personas?

Todos nacemos con tendencia al optimismo y al pesimismo, pero podemos entrenarla.  Un exceso de negatividad nos hace menos inteligentes, porque estamos centrados en protegernos, en vez de centrarnos en salir adelante, en ser creativos, en ayudar, en disfrutar… Cultivar el optimismo y la alegría y la creatividad que tanto necesitamos requiere una decisión consciente. Y sin duda, entrenar los hábitos de optimismo que propongo en Fuertes, libres y nómadas es de enorme ayuda para vivir mejor.

Sus reflexiones y certezas alcanzan a las nuevas tecnologías, cada vez más imbricadas en nuestra cotidianidad; se trata de herramientas poderosas, que, sin embargo, mal empleadas pueden procurarnos infelicidad y frustración. ¿Cree que hemos sustituido los afectos reales por los virtuales?

Necesitamos ser audaces y valientes y replantearnos cómo vivimos y cómo nos tratamos los unos a los otros. Y eso solo pasará si todos nos ponemos manos a la obra, si reclamamos soluciones y presentamos propuestas a todos los niveles: en casa, en nuestro barrio y en nuestra ciudad, apuntándonos a redes y grupos e iniciativas variadas. Entonces la tecnología se convierte en un grandísimo aliado del cambio, una herramienta magnífica. Pero para ello necesitamos dejar de resignarnos y delegar, y ser ciudadanos activos; por eso el último capítulo de Fuertes, libres y nómadas está lleno de propuestas activistas y concretas, ¡porque necesitamos toda la energía y la fuerza del mayor número de personas posible!

Usted matiza que la distancia social es física, no emocional, porque, de hecho, esta situación “en muchos casos nos está acercando”. ¿Estábamos demasiado encerrados en nosotros mismos?

No, lo contrario. Vivíamos en la sociedad de la distracción, y con la pandemia nos ha sorprendido que se pueda vivir una vida interesante sin tanta variedad de estímulos… Hemos tenido tiempo, creo que por primera vez, para poner en orden prioridades y valores, para dedicar tiempo a nuestras familias, para plantearnos qué nos importa de verdad, cómo queremos que crezcan nuestros hijos…

También nos hemos visto cara a cara con nuestra gran fragilidad. La vida es mucho más frágil de lo que pretendíamos. ¿Y qué nos ayuda a superar la fragilidad, el miedo y la ansiedad? Pues el afecto y el cariño de los demás. Lo social, los vínculos, han seguido allí, más fuertes que nunca.

Mantiene que no es el mundo lo que ha cambiado, sino nosotros, y que nos hemos dado cuenta de que no somos el centro del mundo. ¿Cree que esto hará que, por ejemplo, cambien las políticas referentes al cambio climático?

Cada habitante del siglo xxi hunde sus raíces en las mujeres y los hombres de Paleolítico, es decir, en nuestros ancestros, cazadores-recolectores fuertes, libres y nómadas. Aunque en el siglo XXI hemos ganado confort y seguridad, hemos perdido libertad y conexión con nuestra fuente de vida, la naturaleza. Eso, literalmente, nos desvitaliza, es insolidario y además pone en peligro la propia supervivencia de nuestra especie.

Es hora de recuperar nuestro lugar en el mundo natural. No hay una salud para los humanos y otra para el resto del planeta. No estamos separados, la naturaleza por un lado y nosotros por otro. Es la siguiente revolución pendiente.

Fuertes, libres y nómadas anima a cambiar nuestras vidas. ¿Qué les diría a quienes creen que se les ha hecho tarde para esa empresa?

¿Tarde por qué? ¡Nos limitamos tanto a nosotros mismos con nuestros propios prejuicios! Tendemos a organizar la vida en etapas rígidas, y a medida que las vamos cruzando con mayor o menor éxito, parece que se nos acaba el guion. ¡Pues no! El guion lo escribimos nosotros, a cualquier edad. Precisamente, una de las propuestas de Fuertes, libres y nómadas es que empecemos a denunciar y combatir el edadismo que permea nuestra sociedad. Estamos logrando derribar prejuicios como el sexismo, el racismo o la homofobia, pero el edadismo es aún un formidable muro que hay que tirar abajo. Nos afecta y empobrece a todos. Hasta el último día de nuestras vidas, nunca es tarde y siempre podemos contribuir con algo constructivo y relevante.

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