Wascon, los vascones tras la victoria de Orreaga

“En la narrativa histórica, la gente modesta adquiere vida”

“Los personajes no están destinados a ser héroes, pero, en una situación extrema, asumen su responsabilidad”

Josetxo Orueta publicó en 2005 El Cantar de Orreaga, novela histórica que cosechó un notable éxito. Tras años en los que ha hecho incursiones en otros géneros, regresa a la narrativa histórica con Wascon, una aventura épica de protagonismo coral, llena de emoción e intriga hasta el final, con el corazón unas veces en Pamplona, otras en Zaragoza y siempre, siempre, en los valles pirenaicos.

-Háganos, por favor, una sinopsis de su nueva novela.

-El pueblo vascón, a pesar de la reciente victoria sobre las tropas de Carlomagno en Roncesvalles, se encuentra debilitado por luchas intestinas entre cristianos, paganos y musulmanes. Paralelamente, con la amenaza carolingia por el norte aún sin conjurar del todo, se acerca por el sur el emir de Córdoba, Abd al-Rahman, con un ejército espantoso. Los vascones tendrán que luchar una vez más para garantizar su supervivencia.

 

-La novela sorprende por la riqueza de las tramas y subtramas y, consecuentemente, con la variedad de personajes, desde grandes figuras históricas, como el propio Abd al-Rhaman o Eneko Arista, hasta las “lobas” de las cuadras de Eskiroz, las xorginak o los hombres de Nabarzato.

-En cuanto a los personajes históricos, sabemos más o menos cómo era Carlomagno por sus biografías o podemos deducir el carácter revoltoso de Sulayman, que puso su mundo patas arriba. ¿Pero cuál fue, por ejemplo, la verdadera personalidad de Oneca? En la mayoría de los casos, no hay más remedio que especular y arriesgar. A veces el narrador puede ser injusto con alguien, pero, como dice Jean Luc Mélenchon, en Historia hay que tomar partido. La Historia imparcial es una estafa. En cuanto a los personajes de ficción, una de las funciones principales de la novela histórica, creo yo, es ofrecer un espacio a los olvidados de la Historia, los anónimos imprescindibles, sin los cuales no hubiera ocurrido casi nada. En la narrativa, la gente modesta adquiere vida.

 

-¿Es por ello que las mujeres adquieren un protagonismo especial en Wascon?

-Desde la Edad Media hasta hace apenas unas décadas, la transmisión de la Historia ha estado en manos de la Iglesia, con sus prejuicios y limitaciones culturales. Una de las consecuencia es que las mujeres, además de tenerlo casi todo prohibido, parecen estar ausentes de nuestro pasado. A veces, lo que pudieran haber realizado no fue transmitido como Historia y quedó etiquetado como leyenda. Es el caso de dos tradiciones sobre las mujeres del Roncal que he reunido en este relato para devolverles el rango que ellas merecieron.

 

-Entre los personajes de ficción, llama la atención la presencia de Gartxot y Mikelot, que en esta novela solo circunstancialmente tienen que ver con los del relato de Arturo Campión.

-Quizá no tan circunstancialmente, sobre todo en el caso de Gartxot, un artista, un hombre sensible, impetuoso, que, como respuesta a lo que considera una situación de peligro extremo para su pueblo, para su cultura, acaba recurriendo a una violencia tan desquiciada como inevitable.

 

-En todo caso, y corríjame si me equivoco, a través de todos estos personajes lo que usted pretende es construir un protagonista colectivo: el pueblo vascón.

-Efectivamente. Y diría que la tierra, las montañas e incluso los cambios meteorológicos, que también tienen que ver con los que somos, son parte de ese protagonista colectivo que se está jugando su futuro. Los personajes de Wascon no están destinados a ser héroes, pero, en una situación extrema, asumen su responsabilidad, y colectivos como el de las mujeres deciden cambiar su destino para conseguir lo que parecía imposible.

 

-No es difícil intuir que usted hace una lectura en claves muy actuales de los conflictos que pudo haber en aquella época.

-En el fondo, los conflictos humanos son los que siempre han sido. El poder contra el derecho; la honradez contra el cinismo; la creencia ciega contra la necesidad de saber. Y somos la consecuencia, lejana pero directa, de lo que ellas y ellos hicieron. No me siento tan alejado de Oneca y Mikelot.

 

-Sabemos relativamente poco de aquella época y, paradójicamente, cuando menos se lo espera, el lector se da cuenta de hasta qué punto la novela está exquisitamente documentada.

-Pasé aproximadamente dos años investigando lo que había ocurrido en Roncesvalles. Descubrí que existen muchos más datos de lo que creemos y sentí la necesidad de transmitirlos a través de la narrativa. Entre aquellos datos había también información sobre los años posteriores, ese período comprendido entre la expedición de Carlomagno (778) y la creación del reino de Pamplona (824). Algo que me sorprendió muy especialmente fue comprobar que aquel primigenio reino vascón surgió… ¡de una coalición contra el partido cristiano!

 

-Es una novela voluminosa, más de 600 páginas, que, sin embargo, se lee de manera muy ágil, gracias, entre otros factores, al humor que destilan muchas de las secuencias, por ejemplo, la del funeral por las calles de Pamplona.

-Bueno, quizá no todo el mundo entienda a qué corresponde el recorrido del entierro o las dificultades que tiene la comitiva en la curva de Mercaderes. Esta novela tiene muchos momentos dramáticos que convenía compensar con humor. También aflora, por supuesto, mi tendencia natural a reírme de casi todo. La torpeza y el despiste del personaje principal permiten al lector tomar cierta distancia con los elementos históricos y políticos.

 

-En la pregunta anterior hemos utilizado deliberadamente la palabra “secuencia” en lugar de capítulo porque se trata de una novela, sin duda, muy visual. Seguro que ha pensado en más de una ocasión en ello. ¿Una película? ¿Una serie?

-No me planteo formatos, pero sí imagino los movimientos de cámara. La acción tiene que fluir; las descripciones deben acontecer. Le doy una importancia máxima al ritmo de lectura, diferente al de un visionado, pero compatible con un desarrollo musical. A decir verdad, me gustaría poder escribir de esa manera. Lo intento.

 

-Wascon tiene el corazón unos veces en Pamplona, otras en Zaragoza y siempre, siempre, en los valles pirenaicos, que, tal y como puede apreciarse en la novela, usted ha recorrido una y otra vez.

-Caminar por las montañas de Euskal Herria y de todo el Pirineo es un lujo que debemos saber apreciar. El corte de las laderas, el curso de los ríos, son casi los mismos que en la época de Mikelot y Oneca. No puedo evitar recordarlo cuando sufro subiendo Ezkaurre o me quedo extasiado ante la Brecha de Roldán.

 

Karmele Urrutia

Periodista

 

 

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