El silencio de las palabras
Al igual que la autora, la protagonista de esta novela llega de niña a Nueva York. En su Hong-Kong natal la ahora Kimberley era una estudiante que sobresalía entre sus compañeros. Ahora apenas es capaz de entender lo que un profesor desilusionado explica en una escuela pública en un suburbio de Brooklyn. Su madre tiene que trabajar dentro de la economía sumergida en una empresa textil regentada por su hermana, a la que debe el dinero del viaje y de la cura de una enfermedad anterior. La niña es obligada a trabajar después de la escuela para poder ayudar a su madre a terminar su trabajo. El único sitio que les designan para vivir, un apartamento en un bloque a punto de derruir, está lleno de ratas y cucarachas, y la calefacción ni siquiera funciona. Kimberley se relaciona con sus compañeros de escuela e instituto, que tienen un nivel de vida muy superior. En la fábrica conoce a Matt, otro inmigrante chino. La primera decisión de Kim es sacar a su madre de esa vida, y no cejará en su empeño. Gracias a su gran capacidad intelectual y la facilidad para las ciencias consigue varias becas.
Todo esto marcará la adolescencia, y no solo eso, de nuestra protagonista, en una novela entrañable fresca y entretenida desde la primera página
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