José Ignacio Ceberio: “El humor es una actitud ante la vida, no un antídoto”

José Ignacio Ceberio acaba de publicar Los collares eléctricos, una novela “de humor melancólico”, protagonizada por Jon Ormaza, un funcionario de bajo rango de la Diputación enviado a Noruega para averiguar el paradero de tres jubilados participantes en un programa de intercambio cultural de los que se ha perdido la pista. Tras solventar el problema con un desenlace inesperado regresa a Algorta, convertida en un enorme parque temático, para enfrentarse a sus propios demonios.

Dígame, ¿qué van a encontrar el lector o la lectora que se acerquen a esta novela?

Lo que he intentado es que, sobre todo, encuentren un rato de entretenimiento. En la novela hay dos partes bien diferenciadas: un viaje físico, en el que los hechos reales parecen pura invención; y un viaje interior, donde la ficción podría transmutarse en una realidad tangible, si no hoy,  mañana o  pasado mañana. Esto de los viajes interiores es una opción que, debido a las circunstancias actuales, se emplea con cierta frecuencia, y con resultados singulares.

La novela habla sobre la inevitabilidad del destino y ese miedo a la realidad, de la que el protagonista se defiende a través de la escritura; otros nos parapetamos tras el trabajo, el fútbol… cualquier cosa con tal de no ver lo que hay más allá de la careta. Aunque la obra sea corta, hay una gran diversidad de personajes y situaciones, que van desde un barman fan de Maradona, un guía ruso enajenado, un expresidiario con un pasado lacerante, un alcalde visionario, mujeres abnegadas, otras no tanto, clubes de lectura, un plan estrafalario, amor y desamor… hasta un secreto familiar, a qué me sonará esto último.   

Transcurre entre Noruega, más concretamente en las islas Svalbard, donde hay osos polares y todo, presentes en la novela desde la misma portada, y Algorta. Lo de Algorta es más fácil de entender, pero, ¿por qué se ha ido usted hasta el Polo?

Pues quizá lo de Algorta sea precisamente lo más difícil de entender. Al Polo va el protagonista por circunstancias de trabajo, de lo más corrientes. Y siempre el Ártico es un escenario más propicio a la aventura que ir a Sabadell, por ejemplo. Hay osos, sí, y burros turísticos.

“Es una novela de humor”, dijo el editor. “Es una novela de humor melancólico”, matizó usted. Explíquemelo, por favor.

Bueno, quien lea la historia entenderá el porqué del humor melancólico del protagonista, aunque también hay situaciones divertidas, otras dramáticas y también un punto de optimismo.

La verdad es que, para ser una novela de humor, hay bastantes hechos, digamos, “luctuosos” y, además, el panorama no es nada alentador. ¿El humor como antídoto de la desesperanza?

La vida no reparte muchos caramelos y siempre termina mal. El humor es una actitud ante la vida, no es ningún antídoto. Podría decir que la vida es un veneno que se toma a sorbos y que te mata lentamente; y que la vida con humor es un veneno que se toma a sorbos y te mata lentamente, pero con sabor a naranja. Y, créame, al final solo cuenta el sabor a naranja.

La parte de la novela ambientada en Algorta incluye una parodia del afán turistificador a toda costa. ¿Debemos considerarla una llamada de atención sobre lo que está sucendiendo en muchos pueblos y ciudades o es solo atrezzo?

Es decorado, por supuesto. Pero fantasía, la justa. Tenemos a nuestro alrededor ejemplos de barbaridades cometidas para aumentar el número de visitantes, mediante tradiciones imaginadas por mentes deesetructuradas, que acaban de manera desastrosa.

Usted ha ganado diversos premios literarios, entre ellos el del I Certamen Internacional de Microrrelatos del Grupo PRISA. Los collares eléctricos no es un microrrelato, pero sí una novela corta, muy corta, casi una micronovela. ¿Lo bueno si breve…?

A veces un argumento te exige más papel y otro menos. De todas formas, la técnica narrativa es la de una novela, no la de un microrrelato. Ahora, ya me gustaría que el refrán se cumpliese en este caso.

Usted había publicado hasta ahora relatos fantásticos y de terror y novela negra. ¿Hasta qué punto Los collares eléctricos supone una ruptura o un salto en su trayectoria?

Hay diferencia en el tema, lógicamente. Pero, quieras que no, uno tiene su particular modo de enfocar las historias, con un cierto sentido del humor –o eso intento–, y esa característica emparenta Los collares eléctricos con mis obras anteriores.

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