Irving o la buena forma
John Irving está convencido de que “un mal escritor es alguien cuya vida resulta más interesante que su obra”. Desde luego, no es su caso: tanto la crítica como los lectores lo señalan como uno de los grandes. Sin embargo, detrás de sus grandes temas se encuentran algunas vivencias propias. Su vida sirve de fuente a su obra. Cuando en 2010 presentó en Barcelona La última noche en Twisted River le preguntaron, una vez más, por el posible carácter autobiográfico de esta novela, lo negó de forma rotunda y se interrogó sobre el hecho de que en sus comienzos nadie le inquiriera sobre las similitudes entre su vida y su obra. “Debe ser – barajó- por la influencia de los ‘realities’ que la denominada realidad/autobiografía es más popular desde hace quince años y existe curiosidad sobre qué es verdad y que no. También es debido a que alguna cosa en la cultura ha cambiado, porque yo no he cambiado la forma de escribir mis novelas”. Para comprobarlo, echemos la vista atrás.
Nacido en Exester, New Hampshire, en 1942, la infancia de Irving estuvo marcada por la ausencia de su padre, a quien nunca conoció. Creció con la idea de que lo había abandonado; pero un buen día, su madre le dejó un paquete de cartas. “Las misivas habían sido escritas por mi padre en 1943, y en ellas dejaba patente su necesidad de verme y cómo esta voluntad topó con el más intransigente rechazo de mi madre”. Este escritor, influido por autores como Dickens, Hardy o Melville, ha tratado el tema del padre ausente en muchas de sus novelas. En algunas de las historias de Irving, las mujeres maduras inician a los jóvenes en los placeres de la carne. Detrás de esa recurrencia, se encuentran los abusos sexuales que sufrió a los once años.
“Fue una amiga de la familia, de veintipocos años, y se alargó durante tres o cuatro meses”, recordó. En la novela Hasta que te encuentre, Irving narra la peripecia de un niño que busca, a su progenitor. Recorre junto a su madre y sin resultado los ambientes más sórdidos del norte de Europa, pero tienen que regresar a Canadá. El pequeño comienza allí su educación en un colegio donde es el único niño y donde se iniciará sexualmente con una chica mucho mayor que él; esta experiencia, y las que vivirá en diferentes internados, marcarán su carácter.
El deporte es otro elemento importante en la vida de Irving y aparece reflejado en la primera y última parte de su carrera a través de libros como El Hotel New Hampshire. Se inició en el ejercicio físico al mismo tiempo que a la escritura. “Las disciplina que me impuso la lucha libre me fue muy útil como escritor.” Desde aquellos días en los que la lectura de Grandes esperanzas empujara al joven Irving a escribir, han cambiado mucho las cosas. Actualmente, este autor supera los setenta años y es dueño de una trayectoria impresionante, bendecida tanto por el mundo de la literatura como por el del cine. Las normas de la casa de la sidra le reportaron un Óscar al mejor guión adaptado y son incontables los reconocimientos que han recibido sus libros. Pero Irving continúa preocupado por la traslación a sus historias del paso del tiempo, conserva su mirada crítica y mantiene sus obsesiones literarias. En resumen, sigue en forma, afanado en “construir mundos completos”.