Ramiro Pinilla ‘‘Nunca pensé en vivir de la literatura’’
Ramiro Pinilla (Bilbo 1923) presenta en marzo el segundo título de la serie que tiene por protagonista al librero Sancho Bordaberri, El cementerio vacío (Tusquets). El investigador privado de Getxo será contratado por dos chavales para que resuelva el crimen de la bella Anari, del que es acusado un joven maketo con el que, al parecer, pretendía fugarse.
¿Qué va a encontrar el lector en El cementerio vacío, segunda entrega de las aventuras de Samuel Esparta, alias de Sancho Bordaberri?
Samuel Esparta no quería ser investigador privado, pero su falta de imaginación concibe que si tuviera un caso real, vivido por él, ejecutado por él, se limitaría a escribir lo que le está pasando, y es lo que hace. En la primera novela (Sólo un muerto más) le ocurre esto, y en está segunda novela está esperando que alguien le contrate, entonces se pone en marcha y, automáticamente, según va viviendo los acontecimientos, los escribe.
En Sólo un muerto mas da cuenta de un crimen no resuelto en Verdes valles, colina rojas, ahora Esparta se hace mayor literariamente. ¿Cómo ha evolucionado el personaje?
El personaje sigue con su táctica de vivir para contarlo. Todavía no ha dado un salto porque la primera novela la vive en 1945 y ésta en el 47, sólo han pasado dos años y no ha evolucionado mucho. En la que estoy escribiendo ahora, que será la tercera novela de Esparta, da un salto muy grande en años porque, por necesidades anecdóticas, necesito que ocurra en el año 73.
Esparta, en cualquier caso, es un detective muy peculiar en comparación con sus admirados Philip Marlowe y Sam Spade, personajes creados por Chandler y Hammett, respectivamente, vive en casa con su madre y sólo bebe agua y leche…
Efectivamente, y también toma cafeconleche con sopas. ¿Cómo podría evolucionar el personaje? Quizá podría empezar a beber, no creo, pero quién sabe. Al final de esta novela fuma, aunque no tenía intención de ponerle fumando. Sin embargo, entendí que estaba más en su papel de imitador de estos personajes si fumaba, ya que en otras facetas de su personalidad no les imita porque tiene un carácter más bien pueblerino. Es un personaje muy sencillo que vive con su madre y su hermana, no presume nunca y, a veces, su secretaria le tiene que sacar de algún apuro.
Unido al personaje está Getxo, una ciudad muy presente en toda su obra. ¿Qué significa para usted?
No me gusta dispersar las cosas, hoy escribir sobre Getxo, mañana sobre Donostia y luego sobre Nueva York. Entendí que podía penetrar más en el escenario y los personajes en un mundo
cerrado. Sobre Getxo ya hay varias novelas escritas –se refiere a su propia obra- y unas a otras sirven de rebote. Considero que ‘‘Verdes valles …’’ es el eje central de un mundo, y de vez en un cuando cojo un personaje de él y, si me interesa, lo desarrollo en otro libro.
¿Por qué cambia de registro y comienza a escribir novela policíaca?
Cuando tenía 18 ó 20 años escribía novela policíaca. En aquel entonces se publicó una solo, pero escribí varias. Luego creces, maduras un poquito e imaginas que ya te corresponde escribir en serio, despreciando las novelas policíacas. Después de acabar Verdes valles, ya más remansado, recuperé el género. Pienso que tenía una cuenta pendiente con aquellas novelas policíacas. Este tipo de novelas siempre me ha gustado leerlas y escribirlas.
Comienza la década de los 60 con un gran premio y fama y, sorprendentemente, desaparece. ¿Cómo sucede eso?
Fama relativa. Me quedé bastante a gusto con el premio, pero enseguida la editorial Destino empezó a hacer cosas que no me gustaban. Por ejemplo, unos años después del ganar el premio se presentó en mí casa un equipo de una televisión alemana que me dijo que venía a hacer una película de mi novela. Les dije que no sabía nada y se quedaron asombrados. Llamé a la editorial y me dijeron que todo estaba controlado, aunque yo no supiera nada. Eso lo hicieron a mis espaldas. No me gustó y deserte de ellos. Con Planeta también, aunque me dieron el segundo premio, según me dijeron podían haberme dado el primero, pero ya sabes cómo son los chanchullos esos. Decidí que era la última y me aparté. Después creamos una humilde editorial y vendíamos nuestros libros a precio de costo.
En ese sentido fueron ustedes unos adelantados.
Era un tiempo muy diferente a lo que habíamos vivido hasta entonces. Estábamos en la transición, poco después de la muerte de Franco, y tenías la sensación de que había que hacer algo, algo distinto. Fue entonces cuando le dije a un amigo: vamos a fundar una editorial. Publicábamos nuestros propios libros, aunque fueran pequeños y pocos, a precio de costo. Íbamos con una pancarta y una mesita a las ferias, a las fiestas, a vender nuestros libros. Creíamos que cumplíamos con una función, aunque no tuviera futuro, pero había que hacer cosas diferentes.
El suyo es un caso extraño. No es frecuente observar esa vuelta a las estanterías en el mundo de la literatura tras un silencio tan largo.
Tardé veinte años en escribir Verdes valles. Yo lo paso muy bien escribiendo. Cuando acabé Verdes valles me pregunté qué puedo hacer con este tocho. Se lo ofrecí a Tusquets, antes lo había ofrecido a otras dos editoriales, y ahí empezó de nuevo mi renacer en la literatura. Ahora no permito que nadie enturbie mi tranquilidad, lo he considerado siempre bastante sagrado.
¿Nunca se planteó vivir de la literatura?
No, tengo una gran ventaja, que nunca pensé en vivir de la literatura. Eso me ha permitido mantenerme en una zona libre, siempre he trabajado en otras cosas. Cuando vine a vivir a Getxo, por la mañana trabajaba en la fábrica de gas de Bilbao, y por la tarde, en una editorial de literatura infantil. Cuando tuve a mis hijos mi atención primera era para ellos y, si después quedaba tiempo libre, lo dedicaba a la literatura.
¿Cómo trabaja, papel u ordenador?
Primero escribo con bolígrafo en papel. Toda la vida lo he hecho así, la primera versión, a mano. Luego paso a limpio con el ordenador. Lo hago muy despacio, principalmente por la vista, pero
creo que cuando más despacio se escriba es mejor, se evitan errores. Normalmente escribo todas las tardes, de 5 a 9. Trabajo con cuidado cada párrafo, el día que hago dos folios es mucho, normalmente escribo uno.
¿Tiene algún tipo de relación con el mundo literario?
Huyo de los escritores, somos todos unos impresentables.