Vivir rodando

Los aficionados al cine buscan en los libros del género todo aquello que rodea a este fascinante mundo

¿Qué hay tras esa película? ¿Cómo fue la vida de aquella actriz? ¿Será verdad lo que cuentan de ese rodaje? ¿Qué pasa por la cabeza de este director? Muchos de los aficionados que estos días se acercan al Zinemaldi acabarán en una librería escudriñando los apartados dedicados al séptimo arte. El cine y la literatura se retroalimentan desde que se inventó el celuloide, y quien gusta del primero, termina buscando en la segunda todo aquello que no vio en la pantalla. Lo cierto es que se siguen escribiendo todo tipo de libros en torno al fascinante mundo del cine: eruditos y ligeros, morbosos y discretos, divertidos y dramáticos.

Hitchcok no soportaba las sugerencias de los actores -“Los actores son ganado”, decía- y apostaba por “jugar” con el espectador, “nunca por engañarle”. De todo esto se entera una leyendo El cine según Hitchcock, una de las publicaciones más celebradas dentro del género desde su aparición en los años 60. El por entonces crítico François Truffaut entrevistó durante horas al director de Con la muerte en los talones, provocando un diálogo inteligente que desmontaba películas y sigue suscitando debates entre los estudiantes de audiovisuales. Creó escuela y desde entonces se han editado cientos de libros-entrevista. Entre los más vendidos hallamos las Conversaciones con Billy Wilder, de Cameron Crowe, en las que el director de Con faldas y a lo loco nos obsequia con un sinfín de anécdotas made in Hollywwod, o las Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax.

Aunque si hablamos del autor de Misterioso asesinato en Manhattan, mucho mejor leer sus propias obras, especialmente la mítica (y desmitificadora) Cómo acabar de una vez por todas con la cultura. Salvando las distancias, Alex de la Iglesia también escribió en su día un libro humorístico, reeditado hace dos años y titulado Payasos en la lavadora, sobre las peripecias de un escritor en la Semana Grande de Bilbao. Y del humor, aunque algo amargo, se sirvió el genial guionista Rafael Azkona (El verdugo) en los años 50 para conducir una serie de relatos aparecidos en la revista La Codorniz, que la editorial Pepitas de Calabaza acaba de recopilar bajo el título Memorias de un señor bajito.

Pero, volviendo a la Meca del cine, no cabe duda de que sus entresijos han dado mucho de sí. En 1959 apareció por primera vez Hollywood Babilonia, que fue inmediatamente censurado. En este libro, el realizador y periodista Kenneth Anger daba pelos y señales de los escándalos protagonizados por las estrellas y directores de la época dorada de Hollywood. La versión íntegra de este polémico volumen se sigue vendiendo hoy día, seguramente porque el morbo no pasa de moda. Más productiva resulta la lectura de Moteros tranquilos, Toros salvajes, donde Peter Biskind nos cuenta muchas historias sobre el cine norteamericano de los setenta. En un tono más pedagógico, Sexo, mentiras y Hollywood, de Peter Biskind, viene a ofrecer una visión panorámica de los autores independientes que revitalizaron el Hollywood en los noventa.

Si los cotilleos de las estrellas han dado para muchos libros, otro tanto sucede con los rodajes, esas carreras de obstáculos contra las circunstancias, que, además, conllevan intensos periodos de convivencia. Dentro de este capítulo no hay que perderse  Conquista de lo inútil, el diario en el que Werner Herzog cuenta cómo transcurrió el imposible rodaje de Fitzcarraldo (1982). El director alemán se empeñó en subir un barco a una montaña de la selva amazónica de Perú, lo que provocó motines, enfermedades y otras calamidades. Pero la historia del cine es pródiga en rodajes accidentados. No hay más que echar un vistazo a Este rodaje es la guerra (Lo que el viento se llevó y otras batallas campales), tres volúmenes en los que el editor de cine Juan Tejero repasa berrinches, amores cruzados, borracheras y otras anécdotas de las películas clásicas de Hollywood.

Memorias y biografías

Las memorias son, realmente, la mejor manera de acercarnos a los protagonistas de la historia del cine. Mi último suspiro, de Luis Buñuel, es una de las más famosas e interesantes. Y, aunque fueron escritas en los años 60, hasta el año pasado no se habían editado en castellano ¡Harpo habla!, los sabrosos y divertidos escritos del hermano mudo de los Marx. Por cierto, que Groucho también escribió sus propios recuerdos en Memorias de un amante sarnoso. Por otro lado, y aunque menos conocidas, las Memorias del tío Jess, de Jesús Franco, el más freaky de los cineastas españoles, no tienen desperdicio. A quien le guste el género puede seguir, si quiere, por la vida de Pilar Bardem contada por ella misma en La Bardem.

Otros no dejaron escrita su vida, pero siempre hay quien se muestra dispuesto a hacerlo. De hecho, a todo actor, actriz y realizador que se precie le ha salido un biógrafo. Algunos han contado con la colaboración y el beneplácito del protagonista; otros han sido repudiados rápidamente, como ha sucedido con Patrick McGilligan y su  recientemente aparecida Clint Eastwood. La biografía. Normal que al legendario actor y director de Milloin Dolar Baby no le haya gustado un pelo, pues aparece retratado -en base a testimonios de gente muy cercana- como un tacaño, machista y egoísta hombre de hierro. De este mismo metal parecía hecha Pilar Miró, una mujer muy ligada al Zinemaldi, a quien el ex director del certamen donostiarra Diego Galán retrató con sinceridad y rigor en Nadie me enseñó a vivir.

 

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