ESTATUAS DEL CAMINO itinerario de escultura pública en la costa vasca
Todo viaje es siempre una excursión al tiempo y el regreso es, o debe ser invariablemente, una incursión en la memoria. Si no, no vale. Viajamos, sobre todo, mientras sentimos la necesidad de viajar, porque el traslado a lo desconocido es una tentación, aunque el conocimiento no sea, necesariamente, fruto único de la experiencia. Se viaja para conocer, porque sólo los grandes exploradores, e incluso éstos, hicieron sus incursiones en lo desconocido por aventura, locura o riesgo, que hubo de todo.
En cualquier caso, para reconocer las estatuas públicas de la Costa Vasca, las esculturas que, como mojones de tiempo y memoria, surcan los caminos, no es necesario tanto preámbulo. Basta con la intención y unas notas de viaje. Apunten. No es necesario fijar mapas, sino lugares y estelas, porque hoy todo el mundo tiene un mapa, Internet o GPS. Esta guía no es una guía, sino una invitación para que la gente se pierda, para que el personal se confunda en el paisaje. Se pierda y se empape de perdición.
Nos ponemos en el puente internacional, sobre el Bidasoa, en Behobia: esa estela que veis es de Jorge Oteiza, leemos la inscripción, sin perder tiempo, pero lo importante es marcar el inicio del viaje, mientras observamos los paisajes de Txingudi. Ahora vamos a Hondarribia, y subimos a Guadalupe, y en la campa del Fuerte, está la escultura de Remigio Mendiburu: Homenaje a la Txalaparta. En el monte Jaizkibel, en la muga con Lezo, a unos pasos, otra estatua de Mendiburu: Monumento a la unión de los pueblos, en esa curva. Lo habéis visto muchas veces. Bajamos a Lezo, y en Pasaia tenemos varias esculturas de Ricardo Ugarte, la más llamativa ahora es el ancla que saluda en la rotonda de Gomistegui, y en Pasai Antxo, en la puerta del Bar Botero, ésa de Koldobika Jauregi, muy suya, y vamos al embarcadero para San Juan: esa escultura es de Néstor Basterretxea, que tiene estatuas de Irun a Bermeo, su pueblo.
En Donostia hemos de situarnos en la bahía de la Concha, y en el puerto, una estela de Agustín Ibarrola, en el paseo, el homenaje a Fléming, de Eduardo Chillida, bajo el Palacio de Miramar, en cuyo pico de Loro Chillida nos ofrece también Besarkada. Desde allí vemos al fondo a Oteiza, que nos reclama, sobre la estampa del Aquarium, para contemplar su única escultura pública que hay en Donostia, en el Paseo Nuevo (Construcción vacía), y que dijo que quería abrazar, sobre la bahía, al Peine del Viento, de Chillida, que a ver quién no conoce el Peine del Viento, sus tres esculturas humanas, encastadas en el paisaje.
Al salir para Usurbil, donde preguntaremos por el mural de José Luis Zumeta, al par del frontón, nos paramos en Ibaeta, para ver ese caballo o lo que sea de Andrés Nagel, que crece anualmente, y requiere poda. Antes de entrar en Orio, subimos a Kukuarri, hacia Orioko Benta (también se puede venir por Igeldo, desde Donostia), pero allí hay que ver la virgen de Oteiza, que está en el monte. Se pide la llave, para entrar, en el ostatu de la Venta de Orio, donde te orientan, y nos vamos a ver la virgen que Oteiza regaló a los montañeros. Está algo deteriorada, pero sonríe. Y ya, en Orio, preguntar por Oteiza. No suele estar, pero hay varias obras suyas, como la Piedad, en madera, que está en Pitxa kalea, hermosa pieza realizada por Perona. En Zarautz te pierdes. Excesivo. Es el pueblo vasco con más esculturas, y la excursión requeriría pararse allí y no seguir. Creo que hay más de 50. Y hay de todo. A mí me gusta mucho pararme en la estela para Madoz de Oteiza, pero es una fijación que no viene a cuento, por ver si pasa alguien.
Y me gusta del mismo modo ir a Getaria, y contemplar la obra que en homenaje a Elcano realizó Victorio Macho, que es una alegoría hermosa, o la estela del puerto de Ibarrola. En Zumaia os podéis perder con Ignacio Zuloaga, y Julio Beobide dejadlo para otra jornada, y en Deba, me paro, porque no tengo más espacio para contar, así es que otro día hablamos de las esculturas en la costa de Bizkaia, si os parece.