Los grandes puertos de los Pirineos
Que tendrá la cordillera pirenaica y su escarpada orografía; sus afilados picos apuntando al infinito, y sus corredores, barrancos y circos glaciares; su fauna en estado de ebullición permanente y su densa fronda salpicada de tupidas praderas; sus espacios lacustres colmados de color, susurros y vida; o su aire, excepcionalmente fresco, suave e impoluto. Que será eso que se inocula en tus venas y que te empuja a regresar y regresar, una y otra vez, a este lugar… mágico. El vértigo que produce el vacío se mezcla con la sensación de libertad que ofrecen al ser humano los grandes espacios abiertos. Todo ello nos aguarda en los Pirineos.
También el sudor derramado de cientos de hombres valientes, célebres y anónimos, intrépidos esforzados de la ruta todos ellos, que bendicen con su sacrificio esas eternas líneas grises de asfalto. Es la profanación del paisaje, para unos pocos; el escenario en el que se dilucidan las batallas más épicas, para muchos otros.
Una aventura inimaginable aguarda a todo aquel que decida aventurarse a lomos de su bicicleta, como Lapice y Garrigou hace más de un siglo, y decidan conocer en persona la muestra más bella de superación humana que ha forjado hasta hoy la leyenda del deporte que aman, el más épico sobre la Tierra.
La tendencia natural del ser humano le lleva a pensar que vive en su tiempo los acontecimientos históricos de mayor renombre. Y así vivimos hasta que decidimos explorar, indagar, ilustrarnos. Es en ese momento cuando las montañas nos desvelan la verdadera magnitud de los secretos que guardan. Porque nuestro tiempo no es más que eso: un instante, un destello, como una mota de polvo entre la inmensidad del vasto universo. Y hacia ahí nos conduce el conocimiento, junto a la exploración de las montañas: hacia una humildad obligada, que, lejos de debilitar, enriquece al ser humano y lo dota de juicio crítico y de referentes.
Siempre habrá un motivo de peso, o quizá sea un impulso que brote de lo más profundo de nuestras entrañas, que nos empuje a seguir escalando estos puertos y a adentrarnos con ello en los mismísimos confines de nuestra capacidad de soportar el dolor y el sufrimiento.
Decenas de ascensos –los pretéritos y los futuros–, y, aun así, todo ello se me antoja minúsculo, queda sepultado por el inescrutable yugo del paso del tiempo. Mil vidas viviría y una tras otra jamás me hartaría de regresar y regresar a este lugar… mágico, de recorrer y escalar estos puertos y admirar estas cimas.
Una aventura inimaginable
El autor realiza la radiografía de 33 puertos de los Pirineos, sin miramientos, entrando a saco con bisturí, tijeras, pinzas y fórceps, realizando una autopsia detallada de cada uno de ellos. Con total profesionalidad, la que da el haber subido sobre dos ruedas cada uno de ellos, nos describe la ascensión con precisión y aporta todos los datos prácticos necesarios para poder superar rampas acusadas y coronar la cumbre. Altimetrías, porcentajes de desnivel, distancias, tiempos, coeficiente de esfuerzo… todo está comprobado y detallado.
Pero llevado por una pasión desbordante, la que da el amor a un deporte duro y exigente, también nos relata las historias que atesoran estos pasos elevados al reino de las grandes montañas que se han hecho eco del siseo que dejan a su paso las grandes carreras ciclistas, como el Tour y la Vuelta. Eddy Merckx, Anquetil, Hinault, Pantani, Indurain, Contador… las hazañas de nombres legendarios que dan cuerpo a este libro que no es solo una guía, sino mucho más.