Luis Castellanos: Educar en lenguaje positivo

En el libro Educar en lenguaje positivo  Luis Castellanos describe la experiencia de llevar a la práctica en un instituto madrileño las ideas que ya avanzó en “La ciencia del lenguaje positivo”. Un proyecto de mejorar las vidas de alumnos, profesorado, padres y madres a través de la toma de conciencia del lenguaje que empleamos.

Empecemos por el principio. ¿A qué llama usted lenguaje positivo?

A la “vida” de las palabras, latido a latido, que guían nuestros comportamientos, a los gestos que diseñan nuestras relaciones y crean una buena historia de vida con un protagonista digno. A la fuerza de las palabras que configuran una buena vida.

Nos esculpimos día a día, las palabras crean la forma en que vemos el mundo. La forma de respirar la vida. Y, lo que es más importante, nuestro habla interior crea nuestras posibilidades, el futuro que queremos tener y, sobre todo, la persona que queremos ser en ese futuro. Las palabras nos dicen cómo somos y cómo queremos ser. Nuestro lenguaje nos dice entorno a qué gira nuestra vida, nuestros intereses, ilusiones, esperanzas… Las palabras abren o cierran horizontes. Este es el poder del lenguaje positivo: ver el lado favorable de la vida con valentía para actuar. 

Usted afirma en el libro que hay palabras que tienen demasiado poder sobre nuestra vida…

Uno de los caminos más fascinantes que tenemos para transformar nuestro comportamiento es el arte de contarnos historias. La vida tiene un componente vital, esencial, para estar más o menos felices y es cómo nos contamos la historia de nuestra vida y, sobre todo, cuán felices nos damos cuenta que hemos sido y somos al contarla. Relatarnos y relatar la vida nos es trascendental, tomar conciencia de las palabras y gestos que utilizamos es una herramienta maravillosa para decidir modificar ciertos rasgos de personalidad que nos pueden ayudar a ser más felices y, por lo tanto, a hacer más felices a los otros. Es decir, con las palabras podemos crear una identidad positiva, una transformación interna duradera, un crecimiento personal único.

 Como resultado de diversas investigaciones, usted sostiene que el lenguaje tiene una repercusión directa en nuestro cerebro y, desde él, en nuestro cuerpo…

Las palabras han ido conformando y diseñando nuestra gestualidad, nuestra corporalidad. Y, a su vez, nuestra gestualidad narrativa ha ido dando forma a nuestro lenguaje. Ver y ser vistos inspira en los demás un deseo de desconfianza o confianza. Las palabras son como un traje hecho a medida, digan verdad o mentira, se nos “ ve”. La corporalidad de nuestra palabras y de nuestros gestos son, también, la física de nuestro cerebro, de nuestra vida, son medibles y dicen quiénes somos. Nos leen. En la vida aprendemos a leer lo que vemos. Por eso, es nuestra habla interior quien nos ayuda a contar nuestros relatos y ella es quien lleva las riendas de nuestra vida. Son nuestros gestos internos los que dan forma a nuestra postura existencial. Si nuestras palabras son amadas nuestros gestos también amarán. Seremos personas dignas de confianza. Nuestra presencia tendrá un valor único que sabe respetar y es respetada.  

Luego no es solo que somos lo que hablamos, sino que según cómo hablemos, viviremos mejor o peor…

El equilibrio, la armonía, el ritmo de nuestros relatos diarios escriben los hechos y nos dicen si tenemos el control de nuestra vida. La pregunta es ¿controlamos nuestra vida desde el equilibrio, la armonía del lenguaje? ¿sabemos darle un sentido a todos los problemas y a las dificultades a las que nos hemos enfrentado? ¿lo hemos hecho con respeto? Respeto es una palabra fabulosa porque tiene una gran repercusión en nuestra forma de comprender la vida. ¿Respetan mis palabras la vida, la felicidad mía y de los demás? El desprecio es un sentimiento que nos impide crecer, aprender, transformarnos. Dos palabras, desprecio o respeto, pueden cambiar la vida en minutos y, a veces, en segundos.

Sin embargo, en la vida real, en las familias, en la escuela, entre los jóvenes,  predomina el lenguaje negativo. ¿Por qué?

La vida puede ser de otro modo si miramos el mundo con ojos de querer ver, de apreciar, si nuestra mirada está habitada por el deseo de crear alegría. Las emociones negativas predominan en nuestra vida, nos han permitido sobrevivir. Cuando corrompemos nuestro lenguaje, nuestras palabras, nuestra mirada termina enferma, corrompida por la oscuridad, por el daño, sin corazón. Es fácil identificar si la vida florece con esas palabras o no. Esta es la clave: ¡la vida florece! Son palabras apreciativas, que saben apreciar la vida, apreciar al otro y, por supuesto, apreciarme a mí. Es hora de evolucionar en las emociones que pilotan nuestra vida. Palabras que dicen mucho de nuestra mirada existencial, de nuestro estar en el mundo, palabras que miran y condicionan nuestras posibilidades y nos dicen si sabemos apreciar una buena historia de vida, un buen futuro. En definitiva, ¿la vida florece conmigo?

El primer paso es tomar conciencia del lenguaje que empleamos. ¿Y después? ¿Cómo se educa en lenguaje positivo?

Me pregunto cada mañana: con qué palabras merece la pena, o mejor dicho, la alegría salir a pasear hoy. Esas palabras que pasean conmigo, que son mi presencia, que voy a entregar, soy yo, ¿me doy cuenta? ¿tengo conciencia de ello?¿me lo creo? Ser personas de confianza, significa que somos personas que apreciamos a los otros y que en mi palabra habita mi corazón. Recuperar esa confianza es algo que hacemos palabra a palabra, latido a latido. Son palabras que dicen de nosotros que somos seres de valía, seres de respeto, dignos de confianza, personas confiables. El camino es diario, momento a momento. A qué das valor, así será tu confianza. Conectar con la gente, con sus historias, con sus futuros, con las promesas que habitan de sí mismos, nos hará seres de valía, seres de confianza, seres de palabra. Una manera de medir nuestra profundidad emocional, de ahondar en nuestra propia humanidad, es nuestro lenguaje. Nuestras palabras nos confrontan con nosotros mismos, con nuestra verdad, con nuestra autenticidad. La pregunta es: ¿qué vida y qué palabras habitan en tu corazón?

Han llevado a la práctica estas ideas en el instituto Profesor Julio Pérez. ¿Cómo ha sido la experiencia?

Ha sido una experiencia fascinante. Hemos trabajado con las familias, con los estudiantes y con el profesorado con 3 objetivos principales: tomar conciencia de nuestro lenguaje, aprender a regularlo y tener autonomía con él para construir una buena historia de vida. Hemos creado listas de comprobación del lenguaje para transformar nuestras palabras y nuestra vida. En el libro que he publicado con toda esta experiencia, “Educar en lenguaje positivo”, se recogen todas las actividades que hemos realizado en un año escolar. En él encontramos todas las herramientas que hemos diseñado y que son muy útiles y precisas para mejorar nuestro lenguaje y, con ello, la vida día a día. Una experiencia fabulosa que puede cambiar la educación. Educamos con lenguaje, con palabras que salvan historias y salvan vidas creando un futuro mejor para la sociedad. Este es el poder de las palabras cuando las habitamos: somos auténticos. Es una nueva comprensión del valor del lenguaje para transformar nuestra vida y, sobre todo,  para pensar qué tipo de humanidad queremos ayudar a diseñar. Las palabras son lugares, espacios, para compartir y cuidar. Nuestras palabras son nuestros sueños de destino.

Partekatu albiste hau: Facebook Twitter Pinterest Google Plus StumbleUpon Reddit RSS Email

Erlazionatutako Albisteak

Utzi zure Iruzkina