No estoy loco, tan sólo deprimido
Suele pasar a menudo: la realidad y el deseo tienden a colisionar, pero rara vez es necesario elegir porque la primera tiende a desalojar al segundo. A Emmanuel Carrère le pasó: tuvo que renunciar al escritor que quería ser para convertirse en el que realmente era. Sus primeras novelas constituyen un notable esfuerzo por acercarse a la idea que albergaba de sí mismo como autor. Hasta La clase de nieve por lo menos no se coloca en la vía sobre la que ahora mismo transita como una bala. Y eso que habría que esperar a sus dos siguientes obras para que asomara su gran hallazgo literario: ese yo ególatra, maníaco, angustiado, decepcionado, colérico, prisionero de pulsiones y compulsiones varias. “En absoluto estoy loco, lo que tengo es una fuerte tendencia depresiva” que, “debo admitirlo, constituye un motor para mi trabajo”.
Nacido en 1957, Carrère debuta a los veinticinco años con una monografía sobre Werner Herzog. Tras El amigo del jaguar, Bravoure , La moustache, Le Détroit de Bhering y Hors d’atteinte -primera de sus obras que, bajo el título de Fuera de juego, aparece en castellano, de la mano de Circe-, Carrère se descuelga con Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (ed. Montesinos), su peculiar biografía novelada del maestro de la ciencia-ficción Philip K. Dick. Dos años después publica Una semana en la nieve (1995), la novela que le llevaría en volandas a El adversario, historia real de Jean-Claude Romand, el impostor que acabó asesinando a su mujer y a sus hijos cuando iba a ser descubierto. En ese 2001 llega el éxito y también un paréntesis de seis años de silencio literario, en el transcurso de los cuales firma un documental: Retour à Kotelnich, embrión de Una novela rusa, ajuste de cuentas con su madre, con su pareja y consigo mismo, un monstruo del egotismo. Que su siguiente novela se titulara De vidas ajenas debe considerarse una purga tras los excesos cometidos en el nombre de la primera persona del singular. Aquí Carrère cuenta de forma magistral dos historias sin aparente conexión entre sí: las consecuencias del tsunami que asoló la costa asiática y la enfermedad de su cuñada, una magistrada de Estrasburgo. Aparentemente desconectados, un cable invisible vincula los dos relatos. Pongamos que es la muerte. A estas alturas, Carrère ya nada entre premios. En su hasta ahora último libro, Limonov (Ed. Anagrama), vuelve a la Rusia de sus ancestros para contar la historia de este extraño personaje real, mezcla de “Houellebecq, Lou Reed y Cohn-Bendit”. Por supuesto, Carrère usa y abusa de Limonov para hablar de sí mismo. En cualquier caso, la obra arrasa en Francia e incluso triunfa en España. Desde entonces, silencio. Quizás la autoficción ya no da más de sí o puede que la literatura haya perdido capacidad de expresión, un argumento recurrente en este hoy en día tan audiovisual. Habrá que esperar para ver hacia dónde se dirige este autor tan fascinante como imprevisible.
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Pequeña corrección: en “Vidas ajenas” su cuñada es precisamente cualquier cosa (en el mundo del derecho) menos magistrada de Estrasburgo. En realidad es una jueza de instrucción en Vienne, pequeña ciudad francesa. Por lo demás, excelente artículo. Saludos
Excelente resumen de la obra de Carrere.
Y sobre el verdadero Limonov puedes consultar mi site TOUT SUR LIMONOV.
Hay varias paginas en espanol
http://www.tout-sur-limonov.fr/222318806