Qué bello es París… en invierno
Sí, es cierto que Charles Aznavour cantaba su amor a París en el mes de mayo, que la gran Édith Piaf alababa sus excelencias en primavera, y que incluso los duros de Rammstein rugen en alemán con voz profunda eso de que París se desangró en primavera, toda una oda al amor heavy. Y hay que reconocer que la primavera, maquinadora y manipuladora, convierte la ciudad en una especie de gran pastel apetecible y parece incitar a declaraciones de las que más tarde puede que nos arrepintamos. Pero el invierno es también una época deliciosa para acercarse a esta capital. Y hay varias razones que avalan esta propuesta: hay menos turistas y las calles rebosan genuino sabor parisino. No hay colas para subir a la torre Eiffel, entrar al museo del Louvre, disfrutar de las vistas desde el arco del triunfo o de cualquier otro monumento o lugar de interés. Por ende, es más sencillo conseguir entradas para un espectáculo, sea teatro, musical o de cualquier otra índole. Y, sin duda, disfrutaremos más de un delicioso café a la crème arropados al calor de cualquier local que nos permita asomarnos a una calle con encanto, por ejemplo, en el barrio latino.
Con un poco de suerte, perdón, con mucha suerte y si el cambio climático ayuda, puede que veamos París vestida de blanco, un vestido de fiesta que no suele ser habitual, es cierto, pero a veces la nieve pretende apropiarse de la ciudad. Suele llegar acompañada del caos, por inesperada y sorpresiva, pero para el visitante, libre de obligaciones mayores que pasear y visitar los lugares más interesantes, puede ser un excelente premio al dibujar una imagen digna de los pinceles del muy parisino Renoir. Las riberas del Sena, siempre atractivas y evocadoras, lo serán más y nos invitarán a pasear, bien abrigados para hacer frente al aire helador que acompaña a las bajas temperaturas. La nieve se colgará de los tejados, las múltiples y escuetas ventanas abuhardilladas, de las innumerables chimeneas; los parques, como Tullerías, los jardines de Luxemburgo o Trocadero estarán alfombrados… Y es probable que la niebla se enganche en las alturas de los decadentes edificios estilo Beaux Art, y se cuelgue de los remaches de la torre Eiffel, pero lejos de conferirle un aspecto siniestro, será una imagen cargada de romanticismo y ensoñación.
Si elegimos las fechas navideñas para acercarnos París será, más que nunca y de forma literal, la ciudad de la luz. Las bombillas corretearán por los troncos de los árboles que custodian los Campos Elíseos, y se colgarán de las ramas desnudas dotándolas de vida a la espera del estallido primaveral. Como hongos en otoño, surgirán los habituales y típicos mercados navideños con sus casetas de madera y la oportunidad de tomar un vino caliente y especiado. Los escaparates no tendrán nada que envidiar a los de la Quinta Avenida neoyorkina y estallarán ante la mirada del viandante entre lujosos decorados y atrevidas muestras de imaginación. Podremos patinar sobre hielo en la pista de la plaza del ayuntamiento, o en Trocadero. Y el olor de las castañas asadas podrá guiarnos entre las calles, caóticas algunas, ordenadas cartesianamente otras.
Sí, los días son más cortos y la oscuridad envuelve todo con prontitud, pero mirando la luna, adornada con un magnífico aro de brillo que solo las brumas y el frío de las noches de invierno saben tejer, seremos conscientes de que París sabe que es gloriosa, romántica, sensual, exquisita y derrocha estilo en cualquier estación del año, mudando su piel con el paso de los meses para mostrarnos otra faceta oculta.
Nora joan eta zer ikusi
Eiffel dorrea. Egunez eta gauez ikusi beharko dugu, iluntzean argiz apainduta baitago. Oinez edo igogailuz igo gaitezke, kasu bitan, ordaindu egin beharko dugu.
Nôtre-Dame. Sena ibaiak inguratzen du eliza gotikoa. Barruan, erakusten duen tamainaz gozatzeaz gain, dituen leiho-borobilak eta beirate dira liluragarri.
Garaipeneko arkua. Napoleonek aginduta eraikitako monumentua, Place de l’Étoile-en kokatuta dago, Champs Elysees etorbidearen erdian. Honetan ere gora igotzeko aukera badago.
Louvre museoa. Oso ezagunak dira kanpoan dituen kristalezko piramideak. Barrura joan ezkero, kontuan hartu egun asko beharko genituzkeela dena ikusteko, beraz, aukeratu beharko dugu: Mona Lisa, Venus de Milo eta Egiptoko bilduma dira barkaezinak.
Sena ibaia. Benetan erakargarria, bai ibaiertzetan paseatzeko baita itsasontzi batean uretatik hiria eta gainean dauden berrogei bat zubiak ikusteko ere. Montmartre. Kale estuak, kafetoki xarmagarri eta artistak topatuko ditugu auzo honetan. Margolarien eremua izan da betidanik, txuri-txuria den Sacré Coeur basilika ere badago.
Pigalle auzoa. Gauez joatea derrigorrezkoa da, iluntzean esnatzen baita tokia: pub-ak, sexuarekin lotutako hainbat negozio eta Moulin Rouge kabaret famatua ditugu bertan.
La Défense. Pariseko mendebaldean kristalezko etxe orratzez beteriko negozio auzo ikusgarria da. Garaipeneko arkuarekin lerrokatuta dagoen arku moderno bat dauka.
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