Sinfonía guerrera, una novela coral que revive la batalla de Vitoria
El elorriarra Iñigo Bolinaga es autor de ensayos históricos como El testamento o La alternativa Garat, en los que, en aras a una mayor amenidad y, en definitiva, a una más fácil divulgación, se sirve de técnicas propias de la narrativa de ficción. En Sinfonía guerrera, sin embargo, ha cruzado la línea, y lo que nos ofrece es una novela rigurosamente documentada desde el punto de vista histórico. Una novela tan breve e intensa como amena en la que la principal protagonista es la batalla de Vitoria, de la que precisamente este año se conmemora el segundo centenario, y que tiene uno de sus ejes en la sinfonía que Beethoven creó para celebrar la decisiva victoria de las tropas de Wellington sobre las de Napoleón en las inmediaciones de la capital alavesa.
¿Qué es Sinfonía guerrera?
Es una novela coral que revive la batalla de Vitoria, entremezclando el hecho histórico real con la sinfonía que Beethoven compuso en honor a Wellington a cuenta de aquella victoria. Aborda la batalla desde los dos prismas clásicos mediante los que suelen ser representados este tipo de hechos: la guerra imaginada, épica, gloriosa e incluso noble, y la guerra vivida, devastadora, cruel y contraria a cualquier tipo de sentimiento de nobleza. En la novela, el peso de la segunda lo lleva un buen puñado de personalidades que protagonizaron el hecho, y el de la primera Ludwig van Beethoven, a quien muestra en el proceso de creación y ejecución de una obra que le reportó innumerables beneficios y reconocimientos.
Beethoven terminó renegando de aquella obra…
El enorme éxito que cosechó la sinfonía dedicada a la batalla de Vitoria reportó a Beethoven dinero, fama y euforia. Sin embargo, una vez apagados los esplendores del triunfo, reconoció que su Opus 91 no había sido más que una claudicación ante los gustos del público menos exigente, una obra de puro interés comercial, de consumo rápido y éxito asegurado que no dudó en calificar de basura y cuya sombra le persiguió durante toda su vida como una mancha en su carrera. Hoy en día, los musicólogos más generosos la consideran una obra menor, lo que no fue óbice para que, en su momento, fuera una de las composiciones más conocidas e interpretadas de Beethoven.
La batalla de Vitoria, que tanto eco tuvo en su momento, ha quedado de alguna manera relegada. ¿Por qué?
La derrota de las fuerzas napoleónicas en Vitoria fue celebrada en toda Europa, desde Lisboa hasta Moscú, ya que supuso el principio del fin de la presencia francesa en la península ibérica y el inicio de un repliegue imperial generalizado. Las noticias de la batalla dieron nuevos bríos a austriacos y prusianos, que volvieron a levantarse contra Napoleón formando una nueva coalición que derrotó al Imperio en Leipzig meses más tarde. Vitoria se vio en seguida eclipsada por los destellos de la batalla de Leipzig, que abrió la puerta de París y conllevó la abdicación del emperador, así como por la definitiva derrota napoleónica de Waterloo, que liquidó definitivamente al Imperio francés.
La novela está repleta de personajes históricos. En realidad, Marcuello es el único de ficción. ¿Qué papel cumple?
Gracias a Marcuello, la novela se eleva un grado por encima de los meros hechos históricos. Marcuello encarna los razonamientos, sentimientos y pensamientos en general de las personas que toman parte en la guerra vivida: la aparente –y necesaria– contradicción intrínseca del ser humano, entre sus elevadas convicciones morales y la realidad de su comportamiento en una guerra que se muestra descarnadamente ajena a tales convicciones.
Entre todos los personajes históricos de la novela, llama la atención el papel de la marquesa de Montehermoso. Amante de José I, suele ser representada como la personificación de la frivolidad. Sin embargo, sobre todo en la confesión final, usted le atribuye un papel que de alguna manera la dignifica.
Resulta envidiable la magnífica atalaya desde la que esta mujer pudo conocer la realidad de su tiempo. Bebió de las fuentes de la Ilustración desde la infancia. Mediante su matrimonio con Ortuño de Aguirre, marqués de Montehermoso, accedió a la élite social de aquella Vitoria ilustrada, relacionándose con personalidades tan importantes como la de Ramón María de Urbina –marqués de la Alameda– o Lorenzo Prestamero. Por su educación y sus intereses, era una mujer culta, hábil en los idiomas, la música y con buena conversación, lo cual, unido a una acusada relajación de costumbres, generó en José Bonaparte una atracción casi instantánea. Siempre estuvo rodeada de personalidades de alto nivel, tanto intelectual como político, y asumió con convencimiento los postulados del liberalismo.
La novela está poblada por muchos guerrilleros, pero entre ellos destaca el navarro Espoz y Mina.
Espoz y Mina es uno de los grandes nombres de la guerrilla antinapoleónica, además de jefe liberal una vez repuesto Fernando VII en el trono. Su participación en la novela es clave para mostrar la importancia de la guerrilla y hacer ver al lector que los aliados no derrotaron solos a los franceses. Sin la participación de las fuerzas de Mina, que acosaron reiteradamente a las fuerzas imperiales, bloquearon Vitoria y Pamplona y cercenaron las comunicaciones entre las distintas fuerzas enemigas, el resultado del enfrentamiento militar hubiera sido mucho más incierto.
Otro personaje íntimamente ligado a Navarra que también aparece es Mendiry.
Navarro de ultrapuertos, Mendiry es todavía hoy recordado en Pamplona como uno de los personajes negros que han pasado por su historia. Dirigió la policía durante la ocupación francesa, organizando una red de espionaje, torturas y ejecuciones que llegó a ser considerada excesiva por las propias autoridades napoleónicas. Existe aún en Cordovilla un monolito que recuerda las ejecuciones ejemplarizantes que, por orden de Mendiry, acaecieron allí, en las que se ordenó asesinar a varios miembros de la guerrilla junto a sus respectivos padres.
Sobre la destrucción de San Sebastián sólo al final aparece una breve referencia. Sin embargo, parece evidente su intención de establecer una relación entre lo que sucedió o, mejor dicho, no sucedió en Vitoria y lo que acaeció apenas dos meses después en la capital guipuzcoana.
Sí, Vitoria se libró del saqueo de los aliados gracias a la mediación del general Álava, lo que no ocurrió en el caso de San Sebastián. Se ha llegado a afirmar incluso que el propio Álava tuvo responsabilidad en los hechos de la capital guipuzcoana. Lo cierto es que no fue inhabitual este tipo de comportamientos –ocurrió lo mismo en Badajoz, por ejemplo–, y quizá Álava pudo tener una deuda con Wellington a raíz de lo no ocurrido en Vitoria. En el libro apunto esta posibilidad, arropado por la ficción inherente a la novela histórica, aunque sin olvidar que no dejan de ser elucubraciones por demostrar.
Usted es historiador. En sus últimas obras, sin embargo, ha utilizado la literatura como medio de divulgar la historia. Ahora, sin embargo, parece que se ha pasado al otro lado: ha escrito una novela, pero, eso sí, rigurosamente documentada desde el punto de vista histórico.
Yo concebí una novela en la que la batalla de Vitoria no fuera simplemente un escenario, sino la auténtica protagonista, por encima de los personajes. Desde ese punto de vista, no es una novela al uso. Pero, puesto que la batalla iba a ser la auténtica protagonista, y aunque incluyera también en el relato hechos y personajes de ficción, no podía sino aferrarme y dar preferencia a los históricos. Espero haber acertado y haber conseguido que el lector o la lectora puedan acercarse a unos hechos históricos decisivos de forma amena.
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