Surcando las olas del Cantábrico

Sólo unos pocos practicaban hace unos decenios el surf en la Euskal Herria peninsular, herederos en Getxo o Zarautz de José Luis Elejoste, el pionero, aquel que se montó sobre una tabla por primera vez en 1964 en la playa de Plentzia, hoy considerada de segunda para este deporte. Quizá sí se podía ver algo más en Biarritz o Hendaia, pero el surf era para la mayor parte ingrediente ambiental de las películas que recreaban el paraíso hawaiano. La popularidad de coger olas llegó poco a poco hasta la actualidad cuando la Federación Vasca de Surf tiene registrados más de 3.000 federados, cada playa de Lapurdi, Gipuzkoa y Bizkaia cuenta con su escuela correspondiente y el país goza de una notable representación en las competiciones profesionales.

Pero sin duda el mejor modo de contemplar la riqueza del perfil vasco pasa por embarcarse en un velero. Desde la desembocadura del Adurri hasta Kobaron, donde un reciente temporal acabó con un mítico cargadero de mineral de hierro, uno de los últimos vestigios de la dedicación minera de Enkarterriak, la costa quizás carezca de refugios amables como las calas mediterráneas, pero a cambio ofrece acantilados y cortes verticales que quitan el hipo a más de un navegante neófito.

La gozada del velero la ofrece la libertad de disfrutar del mar en práctica soledad. Nuestras costas están abarrotadas en estas fechas, pero a una milla de la costa, el chapuzón no tiene precio y hasta puedes hacerte con una mojarra o un txitxarro con el que animar la merienda.

Para quienes gusten de navegar en aguas más tranquilas, la cita se encuentra sin duda en reserva de la Biosfera de Urdaibai. Allí se trata de pasear en kayak por la ría de Gernika y su desembocadura frente a Mundaka y Laida. Todo un placer accesible a cualquiera, ya que sólo es necesaria una poca pericia para tomar los remos. Vamos, muy lejos de la fortaleza física que se requiere para bogar en las traineras.

Y ya si lo que se buscan son las emociones más fuertes, como las que se vivían en las villas costeras cuando se salía en txalupas en busca de la ballena, ahora el reto se encuentra a unas millas de la costa, aunque los cetáceos no se cazan, tan sólo se avistan, pero la emoción que su presencia provoca resulta igual de sobrecogedora y fascinante.

Cerca de la costa se puede disfrutar con el juego de los zifios de Cuvier, similares al delfín, aunque de mayor tamaño. Y ya, cuando las profundidades se miden en miles de metros, aparecen las pardelas cenicientas y hasta se puede ver al segundo animal vivo con mayor tamaño sobre la Tierra, el rorcual común, sin olvidar las pequeñas manadas de cachalotes.

Si en la navegación, los vascos tenemos una historia plagada de hazañas y  hemos sabido sacarle partido a la bravura del mar Cantábrico con el surf; otro asunto son las profundidades de nuestras cosas, sólo frecuentadas durante siglos por las redes de los marinos. Quizás por nuestra reciente historia industrial y minera, cuyos residuos iban a parar indefectiblemente a la mar, las aguas no han gozado del atractivo que mantienen otros mares en principio menos contaminados.

Pero lo cierto es que hoy en día los fondos, sobre todo de Gipuzkoa, resultan cautivadores. Se pueden encontrar fondos arenosos con grandes anfiteatros de roca esculpida por el capricho de las corrientes marinas. Las oquedades de estas formaciones rocosas con laberintos, cuevas, paredes escarpadas y una iluminación caprichosa, son lugares de encuentro de especies que provocarían el delirio de cualquier gastrónomo: langostas, fanecas, congrios, nécoras, sepias, centollos, pulpos, bogavantes, cabrachos y rapes se pueden encontrar en estas aguas. Aunque se debe reconocer que el enclave por excelencia para el buceo es el Ratón de Getaria, singular península artificial que protege a la fauna y flora submarina de sus alrededores de los envites del Cantábrico.

Más allá de un chapuzón en nuestras playas o de los reparadores baños de sol veraniegos, la costa vasca ofrece un sinfín de actividades, muchas de ellas impulsadas por las instituciones públicas que las hacen asequibles para todos los bolsillos. Ya no hay excusas para hacerse a la mar.

 

Autor: Txema García  Periodista especializado en temas culturales y de ocio. Actualmente es director de Comunicación y Marketing de Metaposta.

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