VÍAS VERDES

Paseos que recuperan la memoria

Las vías verdes que salpican Euskal Herria surgen de la conversión de viejos trazados de ferrocarril en paseos, convertidas en itinerarios ideales para descubrir paisajes que parecen inéditos, surcados hasta ahora por las gentes de la zona y poco más. Pero que nadie se llame a engaño. La vía verde de Atxondo los distintos tramos del Vasco Navarro o el Plazaola recuerdan que no hace muchos tiempos, la industria, la minería llevaron el ferrocarril por esos parajes. Estos caminos de hierro convertidos en paseos para recorrer a pie o en bicicleta son la memoria de una industrialización que llegó hasta el último confín del país. Es el caso por ejemplo de Atxondo, en Bizkaia, que a principios del siglo pasado era más moderno y cosmopolita, por ejemplo, que su vecino Elorrio. La explotación de una mina de hierro impulsó la línea férrea Apatamonasterio-Arrazola, que recorrían trenes de mercancías impulsados por máquinas a vapor que tiznaban el paisaje de este verde valle. El fragor de los vagones y el ambiente que debían dar a Atxondo los cientos de mineros asturianos llegados para trabajar en la explotación distarían mucho de ese silencio actual tan publicitado. Aún se recuerdan -sin duda, exageradas por la afición a las leyendas que acompaña al valle- las riñas nocturnas de los días de paga, en las que el vino, la soledad y la tensión de un trabajo embrutecedor sacaban a la luz los impulsos violentos (y en algún caso, los cuchillos) de aquella comunidad de jóvenes solteros.Hoy resulta difícil imaginar esas escenas en el bosque de pinos que ha crecido sobre el poblado. Y, sobre todo, después de que el recorrido del ferrocarril se haya convertido en uno de los paseos más frecuentados de los que permite conocer el valle. Entre una hora y hora y media tarda el excursionista en hacer los cinco kilómetrosde recorrido que termina en Errotabarri, donde se hallan las ruinas del poblado minero y de la antigua estación de tren. Antes, habrá podido disfrutar de algunos de los encantos de Atxondo: sus cuidados caseríos (como Ollargane, que data de 1519, lo que la convierte en la casa popular más antigua deBizkaia), los últimos restos de vegetación autóctona del valle o la cueva de la Dama de Anboto y el ojo de Bentaneta, en la cara este de la afamada peña. Según los vecinos del valle, en algunos atardeceres después de la puesta de sol tras el macizo, sus rayos atraviesan el ojo, iluminando Atxondo de nuevo.

OTRO EJEMPLO La vía verde del Plazaola ofrece otra dimensión. Allí la apuesta de los impulsores del ferrocarril era más ambiciosa: unir Donostia e Iruñea mediante valles como los de Imotz, Larraun y Leitzaran, rozando los de Ultzama, Basaburua y Araitz. En la actualidad se han recuperado cerca de 40 kilómetros que se pueden recorrer a la sombra de hayedos y robledales, entre Mugiro, en Nafarroa, y Andoain, en Gipuzkoa. Es como un largo centro de interpretación de la naturaleza que, a veces, deja la roca al descubierto para que podamos hurgar en la historia de la tierra; penetra por bosques milenarios, para que podamos gozar de la umbría y escuchar en silencio el canto de los pájaros; salta sobre ríos hermosos y jóvenes, salvando el tiempo, que fluye como el agua; constituye estupendos miradores entre el cielo y la tierra, y contempla la historia de la explotación racional de los recursos que ofrece la naturaleza a su paso entre prados donde pasta el ganado o restos de explotaciones forestales y mineras. Además, a su vera se alzan poblaciones con siglos de tradiciones, historia y arte a sus espaldas, en las que uno puede gozar de un merecido descanso y gustar de una reconocida gastronomía. En esencia, las dos vías verdes citadas resumen las características de estos recorridos turísticos: paisaje modificado por las manos del hombre que ahora ha recuperado la naturaleza. Hay más, como la que une Irunberri con Zangotza, en Nafarroa, a partir de la recuperacióndel tren maderero que impulsó la compañía El Irati a principios del XX y que tiene en el paso abierto a pico en la Foz de Irunberri uno de sus tramos más atractivos. Y ya en Iparralde, las vías verdes no recuperan caminos de hierro, sino aquellas sendas de sirga que discurrían en paralelo a los ríos navegables. Por citar una de paseo encantador, la que remonta el Ardanabi hasta Briscous, donde el río desemboca en el Atturri.

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