Los hijos de los días – Eduardo Galeano

 

Una historia para cada día del año

Eduardo Galeano presenta en Donostia su última obra, `Los hijos de los días


‘Algunos dicen que estamos hechos de átomos, pero un pajarito me ha dicho que estamos hechos de historias’, aseguró Eduardo Galeano (Montevideo 1940) antes de la presentación de su último libro, Los hijos de los días, con una lectura comentada de algunos de los textos de la obra en el abarrotado centro Loiola del campus de la Universidad de Deusto de Donostia.

El autor uruguayo encandiló a las más de 400 personas que llenaron el espacio para escuchar de viva voz algunas de las 366 historias, una por cada día de un año bisiesto, elegidas por el escritor, en un acto que se inscribía dentro del programa Literaktum de Donostia Kultura.

Galeano explicó con voz grave y pausada la creación del libro, desde el título que le da nombre y al proceso de pulir los textos iniciales, retirar los pasajes sobrantes y ‘que no queden más que las palabras mejores que el silencio’, ya que, según explicó el autor, llegó a escribir once versiones completas de Los hijos de los días durante años de trabajo, hasta dar con el texto final.

‘El título proviene de una frase que escuché en una comunidad indígena maya de Guatemala: El tiempo funda el espacio. Somos hijos de los días, del tiempo. La frase quedó volando en la cabeza hasta que ha quedado plasmado en un libro. Así, cada día cuento una historia, y los días se echaron a caminar. Si nosotros somos hijos de los días, nada tiene de raro que cada día brote una historia’, afirmó el escritor.

Y así arrancó la cita. En el escenario Galeano, solo, con un manojo de folios en sus manos, sentado en un sillón blanco, ejerciendo de abuelo imaginario para los centenares de también imaginarios nietos, ávidos de escuchar sus historias y dejarse llevar, como Carlos Salta, el primer tripulante de un Ford T, que conducía tan despacio que hasta ‘las tortugas se sentaban en el auto’. El secreto, según el hombre, no era llegar, sólo lo hacía por el placer de viajar, por ir.

El viaje propuesto por el autor no defraudó a nadie a lo largo de poco más de 80 minutos. Con su sutil ironía y envolvente voz, cedió su palabra a los sin voz de este mundo, deteniéndose en los temas ya clásicos a lo largo de su extensa obra, como el racismo, la injusticia, el miedo y sus diferentes caras, la tortura, las personas sencillas, cómo el poder fabrica sus culpables, los luchadores, los que no tienen escrúpulos en esquilmar la naturaleza o a los propios seres humanos, los banqueros, ‘que son los más peligrosos asaltadores de bancos’… y también el fútbol. 

Galeano también se mostró contrario a la ‘inflación palabraria’, que consiste en hablar demasiado para decir poco’, práctica en la que todos caemos, reconoció, y advirtió que los más ‘peligrosos son esos que empiezan sus discursos diciendo: seré breve’.

Tras escuchar cerca de una treintena de historias, el público, puesto en píe, aplaudió al escritor, que devolvió los aplausos y se preparó a firmar ejemplares de su libro. ‘Sólo del último, por favor’, rogó Galeano.

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