Ibon Martín: “Cuando decidí localizar mi novela en Urdaibai, supe que sería de suspense”

La danza de los tulipanes (Plaza & Janés, 2019) es una novela de incertidumbres, expectativas e inquietudes. Es un relato sólido, donde los afectos, las tristezas y las alegrías más cotidianas conviven con la obvia inadmisibilidad de lo trágico, y lo injusto. Los personajes creados por Ibon Martín (Donostia, 1976) son gente común, con inquietudes comunes, y el paisaje donde todo ocurre es un entorno idóneo para la historia, su misterio, y su lectura.

 ¿Cuándo y cómo supo que tenía que contar esta historia?

Hace ya muchos años caí rendido ante la belleza de Urdaibai. Buscaba senderos desconocidos que incluir en una de mis guías de excursiones y de pronto me di de bruces con esta joya. La única reserva de la biosfera que tenemos en la costa vasca me enamoró. Supe inmediatamente que Urdaibai tenía que ser mucho más que un simple paseo. Desde entonces he vuelto una y otra vez por la comarca, he paseado sin rumbo, he trepado a San Pedro de Atxarre, he soñado en el tren de las marismas y he dejado volar las horas con las piernas colgando de los embarcaderos de Murueta.

Han hecho falta varias novelas para sentir que estaba preparado para sacarle el jugo a cada rincón de la ría. Quería que estuvieran todos, que no faltara ninguno y que lo que se contara de ellos fuera un reflejo de la vida cotidiana en un escenario privilegiado.

¿Tenía claro que iba a ser una de misterio?

Cuando decidí que Urdaibai acogería la localización de mi novela, supe que lo que escribiera sería de suspense. Me apetecía jugar con ese contraste entre la belleza de un escenario idílico, de pueblos varados a la orilla de una ría donde la vida discurre a ritmos tranquilos y un asesino en serie. Ahí entra en juego también el tulipán como firma. Su color rojo brillante, su delicadeza, chocan de frente con el horror absoluto del cuerpo inerte de una víctima. De algún modo, cuando pienso en el escenario de un crimen, lo imagino carente de color. La vida se ha ido y el color con ella. Pero ahí está el tulipán como contrapunto.

Imagino que el proceso de documentación habrá sido largo y muy interesante, ¿cómo ha sido la aventura de buscar datos, información, realidades para poder nutrir la narración?

La documentación es una de las fases más apasionantes a la hora de abordar una novela. Son muchas las visitas a comisarías, charlas con ertzainas y whatsapps con dudas que a menudo se resuelven desde un coche patrulla. Pero también ha habido una dosis importante de investigación periodística y de hemeroteca. Además, querer saberlo todo sobre el tulipán me ha llevado a descubrir el banco de germoplasma que gestiona Aranzadi, uno de los regalos que me quedará para siempre de esta novela. Pero lo que más he disfrutado han sido las muchísimas jornadas de paseo por Urdaibai, de vida junto a sus orillas, de perderme en sus bares y mercados, de escuchar conversaciones ajenas. También eso es documentación, claro.

Junto a la trama principal del suspense, cohabitan temas colaterales de gran calado social: violencia de género, machismo, emigración, desempleo… ¿se sentía de alguna manera “obligado” a incluirlos en la narración?

Cuando me sumerjo en una novela como “La danza de los tulipanes”, con la trama principal en el presente, me gusta que el lector sienta identificado su propio mundo cuando pase las páginas. Además, hay temas que siento la necesidad de denunciar, lacras y problemas que están mucho más cerca de lo que cualquiera de nosotros quiere reconocer. Es absurdo creer que uno solo va a poder cambiar el mundo, pero si mis páginas sirven para poner un simple granito de arena no quiero desaprovecharlas.

Es muy agradable leer una historia en la que los lugares son conocidos: Pasaia, Urdaibai… ¿Cómo y por qué le inspiraron estos lugares?

Para mí es muy importante localizar mis novelas en escenarios que conozco bien. Y no solo eso, sino que necesito enamorarme de ellos para poder transmitir esa pasión al lector. La costa vasca tiene todos los ingredientes para cautivarnos. El aroma del salitre que lo envuelve todo, los graznidos de las gaviotas, la soledad de los pescadores, las tabernas de puerto… En Urdaibai, además, se suma la fuerza de las mareas, que esculpen el paisaje a su capricho cada pocas horas, y no olvidemos ese tren de vía estrecha que actúa como espina dorsal de la comarca.

¿Qué es la escritura para Ibon Martín?

Es mi vida. Me apasiona escribir, imaginar historias y adentrarme en la mente de mis personajes, viajar con ellos aquí y allá, vivir situaciones que difícilmente se darán en mi día a día, ¡y menos mal! Escribir es vivir muchas vidas, las de todos los que pasan por mis páginas, pero también es dar la vida a personajes en los que plasmo muchos de mis anhelos, de mis miedos, de mis alegrías y de mis tristezas.

¿Tiene algo entre manos? ¿Sabremos más de Cestero, Julia y compañía…?

Lo estoy deseando. Cuando creas un personaje que crece tanto que llega a adquirir vida propia, como ha ocurrido con Julia y Cestero, son ellas quienes te piden más. Será en un par de años, sin prisa, quiero disfrutar de lo que hago para hacerlo bien, y solo sé que el mar estará presente. Me cuesta imaginarme una novela sin él.

Teresa Sala

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